ELLA:
Ahora lo sabes.
Una cosa fue lo que pasó. Otra es la que recuerdas de lo que pasó. Y otra, incluso, lo que cuentas de lo que recuerdas que...
Pasó.
Y queda el efecto de lo que pasó (queda en ti).
Queda ese recuerdo impreciso que te has contado varias veces a ti misma, insistente, para convencerte de que fue así. Porque tú sabes que sería mejor así..., ¿verdad?
Y menos mal que lo cuentas pocas veces a los demás..., porque ellos entendrán cualquier cosa de tu relato, y lo contarán, sin saber; sólo con el efecto de lo que pasó: la separación. Que no es el verdadero efecto, porque ahora lo sabes: para ti eso es ya algo secundario.
ÉL:
Sí, nos separamos, pero ya hace mucho. ¿Que cuántos años? No, no..., eh..., unos meses. Cuatro o así. A ver, espera, cuándo fue la final de la Copa...
LA MADRE DE ÉL:
No era la chica para mi hijo, y no es por criticar a nadie, pero era un poco caprichosa, inmadura, sólo pensaba en su bienestar, se creía que el mundo giraba alrededor de ella, como si fuera una Claudia Sífilis de ésas...; quería tenerlo todo y eso no puede ser.
LA MADRE DE ELLA:
No era el chico para mi hija, y no es por criticar a nadie, pero no tenía oficio ni beneficio, era inmaduro, sólo pensaba en su bienestar, se creía que el
mundo giraba alrededor de él; quería tenerlo todo y eso no puede
ser...
EL PADRE DE ÉL:
Una pena, porque era una chica muy guapa.
EL PADRE DE ELLA:
Una pena, ya me había acostumbrado al yerno, y además era del mismo equipo que yo...
LA AMIGA DE ELLA:
Buah... Fue muy chungo.
EL AMIGO DE ÉL:
Fue muy chungo.
UNO QUE PASABA POR ALLÍ CON PANTALONES DE PITILLO:
Yo sólo pasaba por aquí... Pero si va a salir en un blog digo cualquier cosa. Me sé la letra de una canción de la Oreja de Van Gogh, ¿vale?
CRISTIANO RONALDO:
Me silban porque soy guapo, rico, bueno y me tienen envidia.
ELLA (OTRA VEZ):
Ahora lo sabes...
EL DE LOS PANTALONES DE PITILLO:
Por eso esperaba con la carita empapada a que llegaras con rosas, con mil rosas para mí,
porque ya sabes que me encantan esas cosas que no importa si es muy tonto, soy así.
Y aún me parece mentira que se escape mi vida imaginando que vuelves a
pasarte por aquí, donde los viernes cada tarde, como siempre, la
esperanza dice "quieta, hoy quizás sí..."
LA AMIGA DE ELLA Y EL AMIGO DE ÉL (AL UNÍSONO, MIRÁNDOSE A LOS OJOS):
Buah...
MARÍA ZAMBRANO:
Por qué se escribe
Escribir es defender la soledad en que se está; es una acción que sólo
brota desde un aislamiento efectivo, pero desde un aislamiento comunicable, en
que precisamente por la lejanía de toda cosa concreta se hace posible un
descubrimiento de relaciones entre ellas.
Pero es una
soledad que necesita ser defendida, que es lo mismo que necesitar de una
justificación. El escritor defiende su soledad, mostrando lo que en ella y
únicamente en ella se encuentra.
Habiendo un hablar, ¿por qué el escribir? Pero lo inmediato, lo que
brota de nuestra espontaneidad, es algo de lo que íntegramente no nos hacemos
responsables, porque no brota de la totalidad íntegra de nuestra persona; es
una reacción siempre urgente, apremiante. Hablamos porque algo nos apremia y el
apremio llega de fuera, de una trampa en que las circunstancias pretenden
cazarnos, y la palabra nos libra de ella. Por la palabra nos hacemos libres,
libres del momento, de la circunstancia apremiante e instantánea. Pero la
palabra no nos recoge, ni por tanto, nos crea y, por el contrario, el mucho uso
de ella produce siempre una disgregación; vencemos por la palabra al momento y
luego somos vencidos por él, por la sucesión de ellos que van llevándose
nuestro ataque sin dejarnos responder. Es una continua victoria que al fin se
transmuta en derrota.
Y de esta derrota,
derrota íntima, humana, no de un hombre particular, sino del ser humano, nace
la exigencia del escribir. Se escribe para reconquistar la derrota sufrida
siempre que hemos hablado largamente.
Y la victoria sólo
puede darse allí donde ha sido sufrida la derrota, o sea, en las mismas palabras.
Estas mismas palabras tendrán ahora en el escribir distinta función; no estarán
al servicio del momento opresor, sino que, partiendo del centro de nuestro ser
en recogimiento, irán a defendernos ante la totalidad de los momentos, ante la
totalidad de las circunstancias, ante la vida íntegra.
ZAMBRANO, María: Revista de Occidente, tomo XLIV, p. 318, Madrid, 1934.