El verano en el hemisferio boreal aún arroja a la lectura a algunos. Miro de soslayo las tapas de los resistentes con libros de papel y mandan, como es de esperar, los últimos bestsellers. Entonces recuerdo la vieja definición de novela de aquel diablo de Bierce:
"Novela, s. (En inglés,
romance, novela de aventuras más o menos fantásticas. por oposición a “novel”,
novela realista). Cuento inflado. Especie de composición que guarda con la
literatura la misma relación que el panorama guarda con el arte. Como es demasiado
larga para leer de un tirón, las impresiones producidas por sus partes
sucesivas son sucesivamente borradas, como en un panorama. La unidad, la
totalidad del efecto, es imposible porque aparte de las escasas páginas que se
leen al final, todo lo que queda en la mente es el simple argumento de lo
ocurrido antes. La novela realista es al relato fantástico lo que la fotografía
es a la pintura. Su principio básico, la verosimilitud, corresponde a la
realidad literal de la fotografía, y la ubica dentro del periodismo; mientras
que la libertad del relato fantástico no tiene más límites que la imaginación
del narrador. Los tres principios esenciales del arte literario son
imaginación, imaginación e imaginación. El arte de escribir novelas, en la
medida en que pudo llamarse arte, ha muerto hace mucho en todo el mundo, salvo
en Rusia, donde es nuevo. Paz tengan sus cenizas... algunas de las cuales aún
se venden mucho."
Ambrose
Bierce, Diccionario del diablo
(1881-1906)
Y pienso que no estaría mal prestar unos veranos a Ana Karenina, a Crimen y castigo, a Doctor Zhivago...