Se acabaron aquellos tiempos del ángel a tiempo completo, en régimen de exclusividad y contrato indefinido. Ahora, en el mejor de los casos, trabajan como temporeros o becarios en prácticas y no cotizan ni tienen derecho a filiación sindical. (En España, son el espíritu de seguridad peor pagado, menos que seguratas y guardias civiles. Que ya es decir...).
Hubo ángeles que vieron en el inicio de la pandemia del COVID19 una ocasión para mejorar sus condiciones laborales. Fue un espejismo entre oraciones y aplausos, como con los sanitarios. Han vuelto a sus trabajos más habituales en España: brotes de adolescentes gregarios, solitarios, golpeados, enfermos terminales, saltadores sin disciplina atlética, presos, conductores al borde del coma etílico, prostitutas de carretera, enfermos mentales sin techo... La lista es muy larga.
Algunos dicen que los ángeles son así, que siguen prefiriendo trabajar al lado de esas personas; otros murmuran que, desde que desapareció el desfile de Victoria Secret, el puesto de ángel de la guarda ya no es lo que era.