El olor del brote tierno de nogal. La flecha amarilla pintada en el Camino de Santiago. Calcular el horario de las mareas. Jugar con buenas cartas. Comer seis albóndigas de mamá. Purgar caracoles. Caminar cuesta arriba. Encontrar nidos de mirlo. Sí, las llaves están en el bolsillo. Pensar un viaje. Observar las fases lunares. Levantarme para buscar en la olla dos o tres albóndigas más.
El hambre estira los cuellos, pero no siempre hay albóndigas.
El fin de semana pasado recordé un placer infantil y sencillo: quitarse las bolitas que dejan los calcetines entre los dedos de los pies. Ver a mi sobrina descubrir pelotillas blancas entre sus dedos blancos me dieron ganas de comer papillas, o no, de hablar sin decir nada (más o menos como ahora), de lavarme el pelo con champú del que no pica. Pero no. Vivan las albóndigas.
ResponderEliminar¡Papillas! A mí dan mucha envidia las papillas de cereales con caramelo. Sospecho, además, que han evolucionado y que tiene que haber algunas buenísimas.
ResponderEliminarContar los segundos que demora en dar vuelta la luz del faro del cerro.
ResponderEliminarLos pimientos del piquillo rellenos de carne de mi madre, comer medias lunas con Eresfea y contar cuántas se mete entre pecho y espalda, mirar los ojos negros que sonríen, el olor a tormenta, decirle al chófer oficial que sí, que acepto que me lleve a la estación para coger el tren, escuchar a Adriana Varela...
ResponderEliminarEstáis hechos una pandilla de Amelies, cualquier día os contratan para un anuncio de compresas. Va otro placercico: escuchar a Clemente en la rueda de prensa posterior al partido del domingo, preguntándose cómo sus dos centrales dejaron que el delantero alavesista se preparara el balón durante diez segundos antes de chutar el 0-1. "Pero si Nené pesa 37 kilos...".
ResponderEliminarperdón por lo de coger en un blog mitad donostiarra mitad uruguayo adoptivo...
ResponderEliminarJosean, no te olvides que me tienes que traer un cuaderno rojo de araña y el último disco de Kevin... por pedir que no quede
Sí lo hay: un llanto.
ResponderEliminarEl llanto de Natalia, que provocó esá entrada.
¿Hay algo mas duro que un llanto
ResponderEliminardesgarrado?
Y que me dices del llanto de un niño?
ResponderEliminarEl llanto de un niño suele ser sencillo, pero es más sencillo aún detenerlo. Basta tomarle la mano y decirle serenamente: "No llores". Algunas personas logran con estas dos palabras que cualquier niño deje de llorar.
ResponderEliminarTambién es útil mandar a los niños a dormir. Muchos lloran por cansancio.
Totalmente de acuerdo con lo del llanto sencillo de los niños. Yo, a los míos, cuando lloran desconsolados, les apoyo la cabeza junto a mi pecho, los rodeo con los brazos, y allí, escondidos entre brazos y corpachón se calman poco a poco hasta que sólo queda un hipar lastimero (al principio pensé que podía ser un comienzo de asfixia entre olor a sobaquina y achuchón agobiante, pero no, creo que es aroma a seguridad).
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