jueves, enero 24, 2008
Caminos
El 7 de enero, la entrada en Santiago de Compostela trata de desanimar al feliz peregrino. Pero, una vez en el casco histórico, los pasos encajan con un paisaje a su medida: la Catedral, la oficina del peregrino para la obtención de la Compostela, la misa del peregrino, la agencia de viajes para resolver el regreso, la deliciosa tienda de ultramarinos Recouso (donde compro el orujo casero de hierbas para mi amigo Simón), una panadería para comprar un roscón de reyes gigantesco, el aeropuerto de Lavacolla.
Vuelo a Madrid y, desde allí, sin prisas y sin pausas, sigo en autobús hasta San Sebastián.
(El roscón era tan grande que tenía dos regalitos).
Ayer, cumpleaños de Milagros y 23 de enero, tuve que sacar de la maleta los regalos. Me pasé de peso. (Simón, te quedaste sin orujo de hierbas).
He viajado del invierno al verano. Ya estoy en Montevideo. El lunes seguiré hacia el oeste.
Tú como Tornasol, ¡siempre hacia el oeste!
ResponderEliminar(Se me ocurre la versión foral: Fermín Javier Tornasol Goñi, con una endrina colgando de un cordel a modo de péndulo, y diciendo ¡siempre palante!)
A ver, a ver esas crónicas del far west...
¡Bienvenido a Montevideo! Cuando me enteré de que habías llegado, era demasiado tarde para poner el pasacalles. ¿Te veré antes del lunes?
ResponderEliminarUn beso.
Bienvenido, profe. ¿Sierras? Lo hablo con Moreira.
ResponderEliminarSaludos
Ummmm, sierras en marzo.
ResponderEliminarA placiña das praterias... y recién llovidita! Qué bonito eresfeea, qué bonito.
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