Llegada a Satrústegui. Al fondo, San Donato, mitad del camino recorrido.
Crestea que te crestea.
El domingo pasado, Asun, Christine, Pilar, Susana, Álvaro, Ángel, Patxi y yo ascendimos poco más de mil metros de desnivel desde Huarte a San Donato (1.492), para, desde allí, iniciar el verdadero objetivo del día: la cresta de la sierra de Satrústegui, con su cima homónima (1.139) y final en Txurregi (1.125).
Patxi y Susana alcanzan la meta en Txurregi.
La mayor parte de la ruta se debe a las cuatro ovejas dispersas que triscan las hierbas, y a la evidencia de un barranco que impide equivocarse: siempre al borde, siempre al borde… A cambio del esfuerzo por la inclinación continua que fuerza los tobillos y por los pasos confusos o cerrados por el boj, disfrutamos el premio de unas vistas únicas y esa sensación aérea de dominio (dominio de uno mismo, más que nada).
Nos costó siete horas y media llegar a Urritzola, satisfechos.
Rampa abajo en Txurregi.
Me encanta subir o bajar por laderas sin camino y descubrir en ellas los senderitos que abren las ovejas. Y seguirlos.
ResponderEliminarLa marcada estética de las crestas acompaña a menudo nuestros sueños montañeros.
ResponderEliminarcrestear, crestear.
ResponderEliminarAtravesar el filo de un cuchillo.
Ahora se que es una cresta. Un mar de piedra.
Infinitecimales Ánimas.
ResponderEliminarAnder, no vayas al monte los días de niebla.
ResponderEliminarDi que sí, IK, di que sí...
Lo alto de la ola en un mar de piedra, J.
¡Arriba las Ánimas!, Arkadia.
¡eso! Mucho mejor.
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