domingo, abril 12, 2009

Mirlo en nido


Sé que puedo volverme bizco. No es bueno ir con un ojo a ras de suelo, atento a las setas de primavera, y con otro que barre entre el metro y los tres de altura, atento a los primeros nidos de la primavera.
No lo puedo evitar. Aprendí a buscar nidos con mi padre.
En ese aprendizaje hay varios hitos: el primer nido de oropéndola, el primer nido de halcón, el primer nido que encuentro yo solo… Pero el día mágico fue cuando un mirlo soportó las caricias de mi padre y las mías sin levantar el vuelo del nido.
-Debe de tener los pollitos recién nacidos –me dijo mi padre.
Todavía sé en qué lugar crecía el tojo que aguantaba aquel nido. Aunque ya no queda ni el camino donde crecía el tojo. Las cosas han cambiado mucho en 33 años. Ayer salí a buscar nidos por los montes de San Sebastián. Ahora un padre lo tendría complicado. Vi nidos demasiado altos para aupar a un niño, nidos aún sin huevos, un nido con la culebra que se acabada de dar una merienda. Y vi el nido de mirlo de la foto. Saqué la cámara y fui haciendo fotos a medida que me acercaba.
Miro la fotografía y sé que el mérito no es del fotógrafo bizco. Se lo debo a mi padre y al aguante de ese mirlo hembra. Mi cámara no es gran cosa, la foto está tomada a medio metro. Luego el mirlo voló. En el nido guardaba cuatro huevos.

6 comentarios:

  1. Buscar nidos.

    Qué bonita historia, eresfea.

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  2. Sana envidia; yo, que sólo soy capaz de reconocer los nidos de cigüeña.

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  3. Anónimo5:22 p. m.

    Imagina que un gigante de 50 metros se te acercase cuando estás cuidando lo que más quieres.
    Tú también pondrías tu nido en el lugar más alto.

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  4. Mirlo altivo y ufano.
    Camaleónica, así es tú mirada perfecta.

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