(Si has entendido el título, no nos vamos a llevar bien, forastero…).
Ayer fue la festividad de Todos los zombis, que no celebro. En su lugar, como tampoco estoy apegado a los cementerios, a la representación de Don Juan Tenorio ni a la enésima versión del jálogüin de los Simpson en A3, fui a la montaña con un grupo de amigos. (Maniático que es uno).
En el café previo a la ascensión, en Irurzun, los vimos. Eran ellos, dos docenas de celebrantes, los zombis. Nada más parecido a un muerto viviente que el mítico (entiéndase típico) juerguista-resacoso (varón, caucásico, cerebro puré, entre 13 y 50 años). En los estertores matinales de una fiesta tan nuestra como jalogüin, por ejemplo, se movían menos que los thrillers del vídeo de san Michael Jackson; todos, absolutamente todos, vestían de negro, y la mayoría absoluta era masculina.
-Porque tienen la esperanza de pillar cacho aún –explicó con agudeza alguien de nuestro grupo.
Sí, es fácil pillar cacho en la cafetería La Tahona de Irurzun, donde se amontonaban los zombis. Donde colapsaban el baño. Nosotros pillamos cachos de croissants y caracolas. Y hasta compramos pan para el almuerzo.
Ascendimos San Donato, por Irañeta. Descendimos de San Donato, hacia Huarte, donde están preocupados por el TAV (Tren de Alta Velocidad) y por hacer boicot a los productos de Israel (¿).
Por la noche cambió el viento y, como en la novela, llegaron las lluvias. Yo llegaba al lugar de San Sebastián donde más gente muere: el Hospital Donostia. De visita, no os alegréis prematuramente. Aún estaba disfrazado de montañero, con mochila, bastones telescópicos… Y creí ver más miradas de envidia que de extrañeza.
Me acordé de los zombis de la mañana. Es casi un tópico decir que vivimos sin pensar en que nos moriremos, y eso (morir, no pensar) siempre sucede pronto (preguntad a los que van a morir). La muerte no nos da calabazas.
Hoy he visto trozos de calabazas por las calles de Pamplona. El rastro tontorrón de la muerte.
P.D.: Sé que alguien se habrá extrañado por el límite de edad del juerguista-resacoso en 50 años. Porque, si con 51 o con 71 se siguen sintiendo jóvenes (como en el anuncio de gafas de Bosé)..., tienen derecho a la juerga- resacosa. Obvio, pero que me disculpen si no voy a visitarlos al hospital.
Jo, no es posible que tú (sin móvil/celular)manejes mejor que yo (escribo sms a la velocidad de la luuuuuuz) el lenguaje rarito ese. No entendí el título, así que aún nos llevaremos bien.
ResponderEliminarVenga, que te has quedado con las ganas... ¿el femenino de zombi?
Beso,
Bea
El Hospital Donostia también es el lugar de San Sebastián donde más gente nace, aunque si se considera el nacer como un paso previo indispensable para morir, estamos en las mismas.
ResponderEliminarPD: Acabada esta fiesta ya se puede volver a comer puré de calabaza; se habían puesto los precios por las nubes.
Bea:
ResponderEliminarZombi hembra, o zombigresa, aunque este último término tiene sus detractores en la Academia, ¡ja!
Sergio:
Di que sí, yo también creo que la vida es una oportunidad estupenda.
Cobardica.
ResponderEliminarBea
Yo que tampoco tengo movil, había intuido "todos los zumbaos", que para el caso es lo mismo.
ResponderEliminarUn saludo
Jonathan, ten cuidado, que cualquier día estamos del lado de los zumbaos... Je, je.
ResponderEliminarBea, sólo vidos chicas, y ellas no eran zombis. Estaban allí sosteniendo la vela.
Me encanta, voy a enlazar a la página del colegio mayor.
ResponderEliminarLo más alegre y esperanzador del texto es eso de ir a desayunar antes de subir al monte. Eso es calidad de vida (a pesar de los zombies) y lo demás choooooorradas. Me apunto a esos planes.
ResponderEliminarHe dormido unas cuantas veces en irañeta, de chavales. Con el colegio. Subíamos a Aralar.
ResponderEliminarLa última vez, hace un par de años, fuimos unos cuantos de la cuadrilla a rememorar. Lluvía y humedad por todos los lados, nos refugiamos en el Santuario a almorzar (para nosotros, el almuerzo es "sagrado"), estábamos chirriados. Momentazo del día: bajar a Irañeta, ir al bar, tomarnos "un caldico" y jugar unas cuantas partidas al futbolín de madera que tenían en el bar.
Después de esta narración y alarde de costumbrismo, reconozco que suelo ser zombi (y zumbado) de cuando en cuando.
Sólo he celebrado una vez jaloguín, fue el año pasado en Edinburgo. Gocé mucho, pero aquello es otra historia. No se parece al de Hollywood. ¡Es Escocia! En Pamplona me da vergüenza ajena. Respeto pero no comparto, leñe.
Abrazo.
P.D.: Me ha gustado lo del Hospital Donostia. Me la apunto.