viernes, diciembre 04, 2009

Bolsas y más

Algunos grandes supermercados tienen una nueva causa: salvar al mundo de los malditos plásticos contaminantes con forma de bolsa. Las campañas no se han atrevido todavía con el clásico “¡La bolsa o la vida!”, pero tiempo al tiempo… Son los mismos supermercados que siembran entre los clientes la bolsa de plástico. Con la gracia del converso sin convertir, ahora algunos hasta hacen publicidad contra las bolsas de plástico, como si por fin hubieran visto el contenido de los estómagos de muchas ballenas muertas o como si estuvieran pasmados ante la imagen de las autopistas de residuos flotantes que recorren los océanos.
(No importa si escribo Carrefour o Eroski).
Pero esta escena sucede en Eroski, el 30 de noviembre. Una mujer con acento extranjero me pregunta con énfasis en la caja:
-¿Y cuántas bolsas quiere?
Por arte de birlibirloque, acaba de trasladar la responsabilidad al cliente, a mí. Ahora, al pagar es como si pasaran lista de las bolsas que necesitarás. Pero..., ¡ja!, saco del bolsillo del pantalón la bolsa doblada con forma triangular. Digo:
-Ninguna.
Sueno comprometido, casi heroico, pero la cajera me sonríe igual que si dijera “cuatro”. Pago con la tarjeta de plástico después de diez minutos de espera en la caja rápida (máximo diez productos). Me vuelvo para mirar la cola tras de mí (mi “ninguna” aún debería resonar en sus conciencias), y contemplo ese gesto pastueño de los que esperan para pagar. El mismo gesto que yo tenía hace siete, cuatro o dos minutos, cuando pasaron con doce, catorce o dieciocho productos por la dichosa caja rápida.
La cajera vuelve a preguntar:
-¿Y cuántas bolsas quiere?
-Tres –dice la señora.
Nos acostumbramos a todo: a las basuras, a las campañas contra las basuras, a la leche de soja (¿transgénica?) y hasta a perder tiempo y hacer cola ¡para pagar! Se olvidó la imagen tópica de las colas de los libérrimos ciudadanos soviéticos. ¡Aquello sí que eran colas!, dirán algunos nostálgicos comunistas, y no estas colas capitalistas de hoy. Y puede que sí… (o que no). De aquellas colas nos sorprendía que volvieran con tres patatas o una remolacha después de horas.
La clave de la cola (con perdón) es un equilibrio dinámico muy complejo entre el tiempo que esperas en el cajero, el precio que pagas por los productos, lo que sacas en la bolsa después de la espera, el valor que concedes a tu tiempo y lo que te espera después del supermercado.
“Lo que te espera…” Que la vida es un ratico, como dice Juanes, ese filósofo contemporáneo.
Esperé diez minutos, pagué menos de cuatro euros, saqué un kilo de bananas en su preceptiva bolsa de plástico, una red de plástico con dos kilos de mandarinas y una barra de pan candeal (antes español) en su bolsa de plástico hábilmente perforada para que el pan caliente no se reblandezca.
¡Valoro tanto mi tiempo! Nada más llegar a casa reemprendí la lectura del último capítulo de Zombi. Guía de supervivencia, pp. 227-304.

P.D.: Confieso que esa bolsa va conmigo en época de setas, porque siempre hay que estar preparado: bolsa y navaja. Ahora tendré que llevarla siempre.

5 comentarios:

  1. Hablando de zombis, ¿viste REC? Es buena...

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  2. Lo de las bolsas de plástico, otra gran mentira..., la verdad es lo que les ahorra al Carrefour y al Eroski. No es cuestión de extenderse sobre la realidad del plástico, pero, quitando que hace mucho mal en los océanos durante su EXCASA vida antes de disolverse, no es como lo pintan.

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  3. En Uruguay todavía conservamos los viejos valores. En las cajas "máximo 8 unidades" nadie se atreve a pasar con más de ocho unidades.
    Y si alguno se hace el vivo, las jubiladas -que no tienen nada que perder, salvo las compras- se encargan de ponerlo en su lugar.

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  4. Cuesta imaginarse Galicia sin bolsas azules.

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  5. No, anonetoy. Tengo demasiados asuntos pendientes, ay.
    Walrus, siempre es un gusto leerlo.
    Sí, J., cuesta...

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