sábado, marzo 06, 2010

La primavera está ahí fuera

Collado de Igoate, al fondo Urbía.

Sí, ahí fuera, como diría Fox Mulder, pero hay que salir a verla. El viernes 5, como quien dice ayer, Asun, Patxi y yo nos dimos una marcha a matacaballo para completar, como dice Patxi, algunos “quesitos pendientes”. Salimos del caserío Buenavista, más arriba de Zegama, y seguimos, más o menos, las pintadas blancas y amarillas (PR-GI 70) por la ladera nordeste de Aizkorri. Ahí florecían los narcisos
Dejamos la PR-GI, subimos por Andraitz, con nieve por encima de los 1.150 (aproximadamente). En el moderno abrevadero plástico de la fuente previa al collado de Igoate, encontramos el abrazo terco de las ranas bermejas (más bien el de los “ranos primaverados”).


Ya con la mirada puesta en las campas de Urbía, pasamos por Lekunberri (por aquello de poner otra fotografía con buzón en nuestras vidas montañeras). Almorzamos cerca de las bordas de Arbelar, junto al manantial del ascenso normal a Aizkorri por Urbía. Atravesamos el maravilloso paisaje kárstico de Lanbita, entre rocas, musgo y viejas hayas, para llegar a Oltza (por cierto, los nuevos lunares amarillos pintados ayudan mucho en este laberinto). Desde Oltza, enlazamos con la ruta de la pista (GR 121) que lleva hacia la calzada medieval y al túnel de San Adrián. Luego, entramos en la ermita de Santo Cristo (sin fotografía) y emprendimos la bajada vertiginosa por el Camino de Santiago hasta el coche aparcado en Buenavista.
Un casero estaba preocupado (“¿Es vuestro coche?”) porque había visto el Forfi ahí desde las once. (Últimamente abundan las noticias de los montañeros accidentados…). Eran las seis y veintiséis.

Asun, campeona en Lekunberri.

P.D.: Si camináis por el macizo de Aizkorri, no os fiéis de ningún mapa. Todos tienen errores o ausencias.

2 comentarios:

  1. ¡Qué chula y viscosa la foto de las ranas! ¿Cómo consigues agarrarlas? Yo seguro que lo intento y rompo ese amoroso momento.

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  2. Algo rompí en ese momento, otro "rano" aflojó el abrazo cuando lo agarré. Se ven (y se tocaban) más viscosas de lo normal, casi gelatinosas, porque estaban recién descongeladas.

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