Se anota algo en la agenda (electrónica o de las otras) para olvidarlo al momento (quizá en un tú a tú frente al “agendado”) sin reparos, sin preocupaciones, sin tapujos... Es como las pipas, o el rascar, o el bostezar, o tatuarse, o pedir cementerios nucleares para el pueblo: todo es empezar. Empezar a anotar y a olvidar.
Recuerda, al menos, que anotas ahí las cosas que la memoria no guardará.
P.D.: ¿Has anotado alguna vez el teléfono de tu madre?
Nunca he rellenado una agenda ni he conseguido hacerme un horario.
ResponderEliminar(Y no me gusta ver anotar)
A mí me sucede lo contrario, en cuanto apunto algo no me hace falta volverlo a ver, me acuerdo perfectamente; lo cual me hace pensar seriamente sobre la necesidad de haberlo hecho.
ResponderEliminar¿Me atreveré a no hacerlo la próxima vez?
Mmm,... quizá algún día.
J., ¡revolucionario!
ResponderEliminarSergio, reformulando a Aristóteles: "Conocer es recordar".
Yo tengo una agenda de imposibles, tengo el blog, tengo a mi novia, que tiene un disco duro brutal... El caso es tener "ilusión por".
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con Sergio. Antes no anotaba y lo olvidaba todo; ahora lo apunto en la agenda y ya no necesito mirar la agenda para recordarlo. ¡Qué absurdo y simpático!
ResponderEliminarSí, lo he anotado. Es que se ha mudado 4 veces en los últimos 5 años y cambiado de celular unas 3.
ResponderEliminarAdemás, la agenda del celular comienza a afectar la menoria de las personas. Antes podía recordar el teléfono de todos mis amigos. Ahora...