martes, agosto 30, 2011
Regreso a la escuela: muchas, ganas, amiguitos
-¿Tienes muchas ganas de empezar el colegio?
Respuesta instantánea:
-Sí, muchas ganas.
¿Alguien imagina a un hombre formulando esa pregunta?
La respuesta, en cambio, sirve para niño y niña.
(En este caso preguntaba una abuela, respondía su nieta).
La clave: el uso de “muchas”.
Recuerdo. Me lo preguntó mi madre en septiembre: “¿No tienes ganas de empezar el colegio?”. Yo dije que no. ¿Por qué iba a tener ganas de estar cinco días por semana encerrado, callado y sentado en un pupitre un montón de horas al día? ¿Por el premio de aquella media hora de recreo cuando en vacaciones el recreo duraba todo el día? Mi madre me dijo: “Puedes aprender cosas...”.
Sigo agradecido porque no recurrió al subterfugio de los amiguitos; como si al colegio se fuera a hacer amiguitos.
El jartrí y el sándwich
Novedades. Empieza la Liga en la segunda jornada (no en la primera) y Soldado (¿cómo se llama?) marca tres goles, y de propina un cuarto en propia meta; pero al día siguiente Cristiano Ronaldo (también conocido como CR7) marca un jartrí. Las radios no entran a los campos de fútbol, porque no les dejan (excepto en el campo del Sevilla Fútbol Club). Quieren que paguen por contar los partidos desde los campos. Y los periodistas apelan al derecho de la información, y dicen que el fútbol sin la radio es... ¿Las mismas radios que contaron poco o nada durante semanas de la guerra de Libia, donde participó y participa España? Ahí han guardado el silencio del sándwich: contaron al comienzo (rebanada), hemos pasado semanas en silencio, y ahora, cuando parece que va a terminar, mandamos corresponsales y volvemos a contar (rebanada) el final.
lunes, agosto 22, 2011
Aguacero
En la imagen se puede ver un cendal de agua cayendo de la nube. Cuando leo "cendal", siempre recuerdo Las inquietudes de Shanti Andía, que me obligó a consultar el diccionario.
jueves, agosto 18, 2011
Tendeñera (2.853) en tiempo de récord
Erosión digital
Dicen que paisajes como el de Ordesa (en la imagen desde la Blanquera y con el Tobacor al fondo) son fruto de la erosión a lo largo de miles de años. Y sí, yo no dudo de los argumentos de los geólogos, pero quiero señalar otras erosiones más veloces.
La secuencia de imágenes habla por mí.
Imaginad dónde acaba la roca asomada al barranco de Cotatuero.
Y cerca del circo de Carriata, en la Faja de las Flores, tres cuartos de lo mismo. Ahí ya se ven los efectos de la erosión digital en medio de la Faja.
P.D.: El sábado 13 de agosto, Pilar y yo nos fajamos por Blanquera y la Faja de las Flores (Ordesa). Fue un día de tormentas. La subida por Cotatuero exige temple, pero las clavijas y el cable de acero están colocados de maravilla. Bajamos por el circo de Carriata, allí las clavijas de Salarons (más precarias) no plantean demasiados problemas.
Semana Grande donostiarra
El resto de la crónica festiva era paramnesia periodística. Así que os la ahorro.
viernes, agosto 12, 2011
Adi
Por cierto, hay quien me dice que ya está bien de robar hongos... ¿Robar? Tengo en la cartera desde hace unos años el permiso/pase recolector vitalicio para tierras navarras expedido por el gran Oroz. (¡Clic!).
Siguen las andanzas micológicas en el Realengo
miércoles, agosto 10, 2011
Meter la pata (artrópodos)
He aquí uno, el de Pata (artópodos).
Empieza así:
"Las patas de los artrópodos son apéndices usados para caminar o nadar. Muchos de los términos usados para denominar los artejos o segmentos de la pata de los artrópodos vienen del latín, y pueden ser confundidos con términos usados para nombrar huesos: coxa (significando cadera), trocánter (comparable al trocánter mayor y al trocanter menor), fémur, tibia y el tarso, el cual se puede subdividir hasta en 5 partes."
¿Comparable? Por textos así queda uno ensimismado, a veces perjudicado, mirando la pantalla del ordenador.
En lo tocante al trocánter , añadiré que se troca en junta de la trócola en cualquier conversación y no pasa nada, a no ser que el oyente sea seguidor de Gomaespuma y tenga buena memoria.
martes, agosto 09, 2011
Vida artificial
La que muchos imaginan que otros buscan en un laboratorio.
La de las pelusas que vivían debajo del sofá de una amiga. Que con las corrientes de aire (el soplo de la vida) decidían desplazarse al mundo exterior del salón y sacaban ese pseudópodo afelpado y te sorprendían de golpe en medio del parqué, y daba la impresión de que te miraban con personalidad, de que te pedían que las bautizaras con un nombre.
-Una pelusa así no puede ser anónima...
-Mira, mira cómo se mueve.
-Yo a ésa la llamaría Federica.
-¿Y cómo ves que es... femenina?
-Lo veo -sonrisilla-, yo me entiendo...
Y aquellas pelusas hacían que las arañas huyeran poniendo ocho pies en polvorosa.
La de la prima de las noticias de economía.
La de Frankenstein. Porque, no nos engañemos, el Gólem era una fotocopia del acto creador divino, no verdadera creación de vida artificial.
P.D.: Para leer mientras se unta una tostada con margarina.
El lazo de la encarnación
Curtis siempre fue Tony (Tony Curtis) hasta que un día leí un texto de Rivas (Manuel), una columna en la que otro Curtis sabía contar buenas historias y anenazaba con comerse el pez de un niño que nadaba en una pecera. La columna despertó mi atención por los Curtis. Y así, desde entonces, cuando paso solo por Arzúa de Camino a Santiago, me detengo ante el cartel de carretera y leo: Curtis.
El domingo, a las seis de la tarde, en la iglesia de Curtis, se celebró el funeral por el padre de un amigo.
lunes, agosto 08, 2011
Sède, Montferrat, Alphonse Meillon y Palas
Algunos telones de fondo distraen la atención de montañas que en otras circunstancias serían más visitadas. Algo de eso pensaba el 27 de julio antes de subir a Sède, la montaña a la espalda del refugio de Bayssellance, enfrentada al soberbio macizo de Vignemale (o Comachibosa). Álvaro, Patxi y yo subimos del refugio de Oulettes de Gaube y dejamos el grueso de la mochila en Bayssellance. Remontamos hasta la Hourquette d’Ossoue: era el momento de disfrutar de una cresta y la ascensión cercana a una cima de un dosmilnovecientos. La niebla entraba por el norte, la cresta era un poco más larga de lo que parecía a primera vista, pero la cima estaba ahí... Entonces llegó la primera sorpresa: “Que no, que ésta es una antecima”. Y la segunda: “Que no, que ésta también es una antecima”.
Llegamos a la tercera (también conocida como la vencida) al hito de piedras sin demasiado espacio entre los bloques de granito. Por encima de los dosmilnovecientos hubo que poner las manos para subir y bajar.
Montferrat (3.219)
Montferrat era nuestra excepción. La única cima prevista para esta salida de seis días que superaba los 2.999 metros, pero perdonamos su tresmilmilismo al verla relegada en el rincón sur del glaciar de Vignemale. Ahí, al fondo a la izquierda según se accede al glaciar por la vía normal. Álvaro, Patxi y yo salimos temprano el 28 de julio, pero ya teníamos ante nosotros gente encordada que avanzaba por la nieve y el hielo. (Cuando volvimos, vimos gente que seguía subiendo encordada como la procesionaria).
La ascensión no plantea problemas, pero nosotros los buscamos. Desde el glaciar se puede subir directamente a la pirámide de la montaña o deleitarse accediendo más al oeste, hacia a la cresta cercana al Pico Central. Todo depende de lo que se busque. Encontramos una cresta con su ojo (¿de Sauron?) y todo.
Hubo quien, con una pierna sobre el barranco de Bujaruelo y otra sobre la cubeta del glaciar, dijo mientras arrastraba el culo: “Así suben los gigantes, con una pierna en cada lado de la montaña.”
Las vistas son preciosas, y subimos solos: antecima y cima.
Alphonse Meillon (2.930)
Desde Oulettes, Álvaro y yo subimos al collado de los Mulos y luego, 100 m antes de lo que marcan las líneas de los mapas, en la bajada hacia Bujaruelo o hacia el collado de Arratille, nos “ennortamos”, hacia la brecha que se abre en la Tuca Blanca (2.766), una montaña gris y de verticalidad gótica. Trepamos por una chimenea fácil y cambiamos de vertiente, con vistas a una alineación: Facha, Midi Ossau y… ¿Anie? (un clic sobre la imagen ayuda).
Vimos a una pareja descender el barranco por la pedrera. Seguimos la cresta que primero enfilaba al nordeste para luego remontar hacia el norte.
Cómodos bloques de granito con hitos de referencia. En la cima de Alphonse Meillon los telones de fondo engrandecen la cumbre. Las vistas son magníficas y encontramos el livre d’or: un libro de cima dejado por un descendiente de Alphonse Meillon en 2009. Está a salvo en una caja hermética de plástico. Habían firmado pocos montañeros en los dos últimos años.
La bajada por el barranco que lleva a la senda de la HRP entre el lago de la Badette y el de Arratille nos cansó. Las zonas donde nos podíamos dejar llevar derrapando eran divertidas, y la bajada veloz, pero alguna gravilla sobre roca precisaba más que atención para no resbalar. Una vez en la senda, seguimos ruta hacia el refugio de Wallon. Junto al lago de Arratille fuimos parte del paisaje, como las marmotas indolentes acostumbradas a las visitas, los pescadores de truchas y los mirones del agua (gente absorta mirando tan a gusto la superficie del lago).
Palas (2.974)
Álvaro y yo nos dimos el 30 de julio día de descanso después de la opípara cena del refugio Wallon: subimos al collado de Cambalés y, pasando por el de San Martín, llegamos al refugio de Respumoso. Momentazo: primera ducha de agua caliente después de cinco días de marcha pirenaica. Allí nos juntamos con Patxi, “El Regresado”, que se había cascado el mismo día una ruta exploratoria desde La Sarra. En vez de subir como todo hijo de vecino por la GR11, o como los sobrinos de tío, por el collado de Musales, él subió entre atajos la primera mitad del camino de Musales y luego, como todo tataranieto de tatarabuelo, se largó en busca del collado de Forqueta (que encontró); encontró también un rumano, y encontró, por último, que la cima accesible (Forqueta) no merecía la pena por el terreno inestable y su intrínseca soledad (si al final va a ser un sentimental…). El caso es que nos duchamos con agua caliente y dormimos en compañía de leones de montaña (por el ruido de los rugidos nocturnos no podían ser otro tipo de fieras) y el 31 de julio del año de Nuestro Señor de 2011 celebramos el día de San Ignacio como intentamos que sea desde hace muuuchos años: alcanzar Respumoso y, desde allí, intentar algo.
El “algo” venía metamorfoseando desde hacía unos días: iba a ser Infiernos, la víspera apuntaba a Llena Cantal…, y “algo” fue la iluminación del último momento: ¡Palas! Otro dosmilnovecientos para el zurrón.
Una recomendación: no subáis a Palas por Respumoso, sino por Arremoulit. ¿Por qué? Os podéis ahorrar un tramo de pedrera incómodo de aproximadamente 300 metros de desnivel: desde el ibón de Arriel Alto hasta la base de la trepada de la chimenea Ledormeur. La chimenea está marcada en el inicio con una placa amarilla y con pintura roja en la ruta. La subida no presentaba complicaciones, se iban metiendo las manos y… Entonces cayó desde las alturas, pero a unos cincuenta metros de nosotros, un peño más grande que un melón de Villaconejos. Nos aceleramos para salir de la chimenea expuesta. Después vimos a tres franceses y un español; entre los franceses, una señora con aspecto de rayar los 60 años miraba con cara de pocos amigos (como mucho dos). La fatiga extrema, pensé. Y murmuré: “Manolete, Manolete, si no sabes torear…”.
En la cima disfrutamos con la sesión feográfica y bromeamos: sí, nuestro hotel es el Palas. Nos acordamos de Javier, que pronto será padre (y no piloto de aeroplanos como cantaba Manolo García), y siempre dijo que le gustaba el Palas porque era una cima “muy aérea”.
En la bajada nos topamos de nuevo con la señora en compañía de uno de los montañeros que habíamos visto antes. Y vimos dolor en su rostro. El compañero nos explicó que los otros dos habían bajado al refugio de Arremoulit para dar la alarma y llamar al helicóptero de rescate. A ver si no habíamos visto la piedra... Por lo visto alguno de ellos había desprendido la piedra y había golpeado la espalda de la señora antes de caer (el peño) montaña abajo. La señora debía de tener algún hueso roto y no podía mover los brazos con soltura para bajar la chimenea.
Cuando Álvaro, Patxi y yo estábamos de nuevo en la pedrera sur del Palas, vimos llegar el helicóptero y las tareas de rescate con grúa y cable. Compartimos la emoción al ver los esfuerzos (y la eficacia) de esas personas entrenadas para salvar a otros.
martes, agosto 02, 2011
Temas pendientes
Cinco de cinco: Gourdon, Perdiguero, Corbets, Posets y Bachimala
Feógrafo en la cima de Gourdon. Fotografía de Patxi.
Apoyos en la bajada de Gourdon.
Quedaban todavía para llegar al refugio de Portillon: un sube y baja, la niebla traidora y la confusión con los hitos de la HRP en el tramo final (porque hay varias rutas alternativas).
(El refugio de Portillon fue un gustazo).
Dos de dos. Desde Portillon a Estós. Subimos al collado superior de Literola y desde ahí, en una trepada por una cresta de bloques y algo de pedrera, alcanzamos Perdiguero (3.221).
El paisaje era hipnótico, pero el viento del norte gélido e iniciamos el descenso hacia el este.
Cuando llegamos al collado de Perdigueret, la cima ya tenía una boina nubosa y nos cruzábamos con montañeros que caminaban hacia allí. El descenso resultó cansino; primero por bloques, luego por una pedrera desbocada. Confirmamos que 1.300 m de bajada son demasiados para un tercer día; preferimos subir.
Tres de tres. En Estós se juntó con nosotros el quinto elemento: Imanol C. (No confundir con este quinto elemento). Tomamos la ruta que por los ibones de Batisielles conduce hasta el refugio Ángel Orús. Una vez en el collado sobre el ibón de la Plana, decidimos con optimismo sumar la prevista cima de la Tuca des Corbets. “Total…, son nada más que 200 m de desnivel más”. En la luz del resol, el viento traía de Posets copos de nieve finos. Por el lado norte hacía frío, por el sur las piedras estaban tan tibias...
Las antecimas de Corbets obligan a un tobogán que descarta el cálculo de los 200 metros. Un modesto hito de piedras señalaba la cota máxima de una cresta de bloques de granito.
Descendimos hasta la cabaña de Llardaneta y, desde allí, atajamos por el viejo camino de la conducción de agua hasta el refugio Ángel Orús. Algunos tramos estaban confusos o simplemente ya no existen como camino, pero preferimos no tomar la vía normal de bajada por una senda más empinada y rocosa ( o sea: trompicosa) al refugio.
(Qué poco se cena en Ángel Orús).
Cuatro de cuatro. Algún montañero había bailado la danza de la lluvia con la esperanza de que el 20 de julio no subiéramos Posets y llegáramos a Viadós por la ruta de Forqueta (al sur). Pero amaneció despejado y subimos por la ruta normal, esforzada pero fácil. En el canal a la sombra persistía un poco de nieve dura que sorteamos con precaución y sin crampones. La cima (3.375) ofrecía un paisaje inolvidable.
Pero lo más esforzado estaba por llegar: la cresta de acceso al descenso por el barranco de Clot batida por el viento del norte.
El tramo que iniciaba el descenso abrupto con hielo y algunas manchas de nieve reciente exigió prudencia y tensión (a la vez). Y algo de alimento extra para recuperar fuerzas.
Y perseverancia. Bajamos por una laaaaarga pedrera (¡sí, de nuevo nos tocó la predrea!) recuerdo de un glaciar extinto y la llegada a la zona de pastos y pinares se celebró con el grito de Rodrigo de Triana: “¡Tierra!”.
(¡Qué bien se cena en el refugio de Viadós!).
Cinco de cinco. A veces los desniveles engañan. El ascenso a Bachimala desde Viadós es mucho más fácil de lo que parece examinando las curvas de nivel en un mapa. El 21 de julio, además, la niebla nos impedía "sufrir" con la mirada puesta en la cima lejana. Así que subimos.
Y bajamos de Bachimala (3.174).
Epílogo. En la calificada prematuramente como etapa para "soltar piernas", dejamos a Imanol C. (el quinto elemento, ojo, insisto, no confundir con...), que regresaba a Benasque por el puerto de Chistau, y tomamos el camino de Viadós a Tabernés. Nos entretuvimos recolectando zizas en el bosque de pinos y al final, perezosamente, ascendimos la última cota de la travesía: el col de La Pez.
Es un puerto puñetero cuando falta chispa en los músculos y se ve ahí, tan cercano, y no se alcanza nunca. Pero al otro lado, al norte, no se veía nada envuelto en la niebla y la senda de la HRP bajaba en un inverosímil zigzag. Llegamos a Pont de Prat más vivos que muertos. No tuvo la misma fortuna el recental de sarrio que encontramos al inicio de la subida al collado.
Andanzas micológicas por el Realengo (Aralar navarro) en la tercera semana de julio
Rúsulas. En este caso gibelurdiñas (Russula virescens); las rúsulas, las setas de los rusos, en el País Vasco y Navarra no combaten hambrunas invernales, sino que engolosinan el paladar en verano y otoño.
Pleurotus ostreatus (en compañía de la navaja setera), que cultivados y puestos en bandejas se venden en los supermercados con la etiqueta (errónea) de setas de cardo (Pleurotus eringii).
Y muchas zizas (Cantharellus cibarius) que no fotografié, pero sí comí en un revuelto de campanillas (¡tilín tolón!).