martes, agosto 09, 2011

El lazo de la encarnación


Curtis siempre fue Tony (Tony Curtis) hasta que un día leí un texto de Rivas (Manuel), una columna en la que otro Curtis sabía contar buenas historias y anenazaba con comerse el pez de un niño que nadaba en una pecera. La columna despertó mi atención por los Curtis. Y así, desde entonces, cuando paso solo por Arzúa de Camino a Santiago, me detengo ante el cartel de carretera y leo: Curtis.
Repeticiones: ... en Ligonde fotografío un crucero, en Melide siempre ceno demasiado, en Arzúa compro pan y me paro en el cruce de Curtis. Los lazos entre nombres y amigos son misteriosos: desde hace años, de Camino a Santiago, en ese cruce, me acuerdo de Lucía, de Paco, de Sira...
Hoy Curtis no es ya Tony ni el nombre de aquél que había comido cosas increíbles y que reconocía el amor, tampoco el cartel del cruce que promete un pueblo gallego kilómetros más allá y me trae el recuerdo de unos amigos más acá.
El domingo, a las seis de la tarde, en la iglesia de Curtis, se celebró el funeral por el padre de un amigo.

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