martes, septiembre 20, 2011

Cien por cien Aneto (3.407)

Durante mucho tiempo, ha sido decir "Aneto" (sobre todo en invierno) y empezar una discusión con los amigos a propósito de cuál es el mejor caldo de carne disponible en tetrabrick. También rumiaba los datos de Mendikat, detalles para un maniático. (Dominancia altimétrica: 100%. Dominancia prominencial: 100%. Relevancia: 100%). Estaba claro: el 100% era el Aneto.
Algo de esto debía de tener claro Javier M. cuando me propuso la subida para estrenarse en el capítulo tresmilesco como Dios manda (desde ahora, sus tresmiles pirenaicos serán siempre una bajada de dominancias y relevancias).
Álvaro B., amante de la montaña y el hielo, apareció junto a la cafetería en el momento previo justo: "¿Que vais? Yo tambien quiero ir". Y vino.
Los tres salimos de la Besurta (1.940 m) el viernes, subimos a la Renclusa (2.145 m) y disfrutamos de una opípara cena. El concepto opípara, escrito así, a la izquierda de cena, está un poco devaluado en tiempos de dietas y productos ligth... Explico. Puré de verduras (repetición libre), ensalada rica adornada con sardina vieja (per cápita) y cordero guisado con patatitas y rovellones para relamerse hasta el reventón de vísceras (propias); de postre crema de toffee.
El sábado 17, empezamos a desayunar a las cinco y media, salimos de la Renclusa de los últimos, a las seis y media de la mañana, que era noche. Nos guiaba la fila de luces de los frontales subiendo por las rampas. Arrancamos con el intermitente puesto y fuimos pasando gente por izquierda y derecha hasta el amanecer, cuando, cerca del pico Portillón, nos quitamos los frontales, descubrimos que ya éramos los primeros y que unas pocas nubes (un sí es no es) amenazaban las vistas desde el Aneto.

 
Amanece, que no es poco. Desde el Portillón.
Descendimos por el collado superior unos metros para adentrarnos en una pedrera caótica de bloques que, suponemos, hasta no hace demasiados años sepultaba el glaciar.
El glaciar, lavado por una lluvia dos días antes, brillaba entre grises y los crampones se agarraban de maravilla. Avanzamos protegidos por el pico Maldito hasta el collado de Coronas, previo a la ascensión final.

Grisura glaciar (foto regresante).

Bromeamos con el paso de Mahoma (que me han dicho que es de goma, que es de goooooma) y alcanzamos en un tiempo récord (como cualquier tiempo) la cima: cuatro horas. Allí estábamos tan a gusto, buscando sobre nosotros el dichoso "techo del Pirineo" del que tanto se escribe. No lo encontramos, sí vimos la Virgen del Pilar, la imagen de san Marcial crucificado en una urna, el vértice geodésico y una gran cruz de metal.

¡Marciaaaaal, eres el más graaaande (etcétera)! La cima sin techo.

 Cruzaba por allí y... (Fotografía de Javier M.).

 El paso de Mahoma, en bajada.

Bajamos hacia el glaciar antes de que subiera la procesión de los montañeros. No queríamos cruzarnos con la gente en el paso de Mahoma. Y antes de colocarnos los crampones nos topamos con las fuerzas de la ONU, Cascos Azules, se entiende.

Fotografía de Javier M.

En el glaciar se nos sumó una señora de Huesca que tocaba retreta, y otro montañero más se apuntó al almuerzo en cuanto terminamos el glaciar. Queso, longaniza, torta, Filipinos... La señora nos acompañó hasta el collado del Portillón superior. Allí ya se sentía más segura y nos dejó bajar a los tres "a lo suelto".
Y bajamos.


6 comentarios:

  1. Me das envidia de sofá.

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  2. Jo, me siento importante.

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  3. Hay que decir que fue una pasada, ¡repetiremos! Y la cena... yo también he hablado de ella, fue como para reventar...

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  4. Anónimo11:44 p. m.

    La grisura parece grisalla. Bonitas fotos.

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  5. No es para menos, JMC.
    Repetiremos, sí, sí..., abonetl.

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  6. En mi época había más nieve en el glaciar... el tal Mahoma me ha cedido el paso en un par de ocasiones: la última, justo el año anterior al nacimiento de mi primogénito (acontecimiento que, como se ve, cambia totalmente el rumbo de la vida paterna -y de la materna, claro-).

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