Algo de esto debía de tener claro Javier M. cuando me propuso la subida para estrenarse en el capítulo tresmilesco como Dios manda (desde ahora, sus tresmiles pirenaicos serán siempre una bajada de dominancias y relevancias).
Álvaro B., amante de la montaña y el hielo, apareció junto a la cafetería en el momento previo justo: "¿Que vais? Yo tambien quiero ir". Y vino.
Los tres salimos de la Besurta (1.940 m) el viernes, subimos a la Renclusa (2.145 m) y disfrutamos de una opípara cena. El concepto opípara, escrito así, a la izquierda de cena, está un poco devaluado en tiempos de dietas y productos ligth... Explico. Puré de verduras (repetición libre), ensalada rica adornada con sardina vieja (per cápita) y cordero guisado con patatitas y rovellones para relamerse hasta el reventón de vísceras (propias); de postre crema de toffee.
El sábado 17, empezamos a desayunar a las cinco y media, salimos de la Renclusa de los últimos, a las seis y media de la mañana, que era noche. Nos guiaba la fila de luces de los frontales subiendo por las rampas. Arrancamos con el intermitente puesto y fuimos pasando gente por izquierda y derecha hasta el amanecer, cuando, cerca del pico Portillón, nos quitamos los frontales, descubrimos que ya éramos los primeros y que unas pocas nubes (un sí es no es) amenazaban las vistas desde el Aneto.
Amanece, que no es poco. Desde el Portillón.
El glaciar, lavado por una lluvia dos días antes, brillaba entre grises y los crampones se agarraban de maravilla. Avanzamos protegidos por el pico Maldito hasta el collado de Coronas, previo a la ascensión final.
Grisura glaciar (foto regresante).
¡Marciaaaaal, eres el más graaaande (etcétera)! La cima sin techo.
Cruzaba por allí y... (Fotografía de Javier M.).
El paso de Mahoma, en bajada.
Fotografía de Javier M.
En el glaciar se nos sumó una señora de Huesca que tocaba retreta, y otro montañero más se apuntó al almuerzo en cuanto terminamos el glaciar. Queso, longaniza, torta, Filipinos... La señora nos acompañó hasta el collado del Portillón superior. Allí ya se sentía más segura y nos dejó bajar a los tres "a lo suelto".
Y bajamos.
Me das envidia de sofá.
ResponderEliminarJo, me siento importante.
ResponderEliminarHay que decir que fue una pasada, ¡repetiremos! Y la cena... yo también he hablado de ella, fue como para reventar...
ResponderEliminarLa grisura parece grisalla. Bonitas fotos.
ResponderEliminarNo es para menos, JMC.
ResponderEliminarRepetiremos, sí, sí..., abonetl.
En mi época había más nieve en el glaciar... el tal Mahoma me ha cedido el paso en un par de ocasiones: la última, justo el año anterior al nacimiento de mi primogénito (acontecimiento que, como se ve, cambia totalmente el rumbo de la vida paterna -y de la materna, claro-).
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