El miércoles 11 de enero redesayuné en el bar de la gasolinera de Atallo, lazo de hojaldre y café con leche. Las flores estaban congeladas a las diez de la mañana... El caso es que a las once y cuarto ya llegaba caminando tranquilamente a la pradera previa a la senda empinada que trepa hacia el collado de Astunalde y pone a tiro unas cuantas cimas fáciles o emocionantes (según caracteres) del entorno de las Malloas de Aralar.
No subía por ahí desde el verano y sospecho que esto está así desde las lluvias de noviembre. Cosas de la naturaleza y la erosión. En el entorno de Artzabal (desde que se llega a la alambrada con robles) y en Altxarte (en el tramo donde el zigzag cruza dos veces el cable que antaño se usaba para bajar los montones de hierba segada), la senda desaparece en algunos tramos entre corrimientos de tierra y avenidas de piedras amontonadas al capricho de una corrriente de agua ya desaparecida. Las sendas de la montaña sin maquillaje no conocen mucha más rehabilitación que el paso de la gente. Y esta senda no está maquillada (entiéndase: balizada con pinturas de HR, GR, PR...).
La supuesta pista de la derecha es el efecto del agua que lavó la hierba.
Desprendimientos (uno de tantos) ante vuestras retinas.
P.D.: Subí Balerdi y Artubi. Disfruté un día despejado y esta estampa del Txindoki: al fondo, a la izquierda, Aizkorri; al fondo, a la derecha, Gorbea. Y muy cerca, Larraone solapado con Txindoki.
Si queréis avisar, yo me apunto a la próxima y prometo pisar despacio pero fuerte. (Qué pena, al principio pensaba que el pintor de geerres necesitaba ayuda).
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