El hombre del palo (rabdomante) y compañía (paciente). |
Así llegaba, así, así; así llegaba que yo la vi. (Se puede cantar con esta melodía).
El domingo 26 de febrero el plan apuntaba a Otzaurte, para, desde allí, dar una vuelta entre nieblas si los pronósticos meteorológicos se cumplían. Pero en el puerto de Etxegarate la cosa estaba mu' negra y seguimos hacia Araia (buscando la luz). El renovado plan consistía en caminar hacia Zalduondo, subir a Petroleras y, en el sur de la sierra de Aizkorri, dar una vuelta por el hayedo para auparnos hasta Allarte (en el mejor de los casos) y bajar a Araia. La nieve y la niebla fueron nuestras aliadas, porque gracias a ellas almorzamos sin ambiciones de cima pegados a la pared de la borda de Azkasaroi. Allí que si jijí, que si jajá, entre jamón, salchichón, pan y queso, bananas y chocolate (fríos), caldo y café (calientes), cayeron dos botellas de vino (también fríos) entre cuatro más bien calientes (Asun, Pilar, Patxi y yo); y allí, mejor dicho, a partir de eso, se desataron los acontecimientos y las lenguas. Parecía que bajábamos, pero en la fuente de Iturrioz hubo un momento de duda, pregunta y provocación. ¿Subimos? Nadie habló de huevos, y, además, apuntábamos a la cima de Allaitz, pero a 1.300 metros de altitud el zahorí ya subía con el palo y apostaba por Aratz. Y subimos con mucha nieve (1.443). La cima estaba limpia (supongo que batida por el viento).
Y bajamos a Araia. Y nos quedamos tan anchos.
Visto lo visto era más sarmiento que palo.
ResponderEliminarJodé, que me saca un ojooo..
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