Pop, pop decir algo... (Tiene el gesto del caminante, pero "camina" en dirección contraria). |
El sube y baja llega hasta la majada de la Ventura, y desde el crucero de S. Toribio se ve Astorga, y sé que el Oasis está cercano, a un kilómetro.
Oasis es uno de los bares de San Justo de la Vega. Ahí al peregrino le llaman "peregrino": "¡Buenos días, peregrino!". Y cuando me voy: "¡Adiós, peregrino!, ¡buen camino!". Esto me gusta, tiene una rara precisión. Y, sobre todo, cumplo en primavera con una promesa que me hice a mí mismo en otros Caminos invernales. Siempre que pueda, seré fiel a los lugares abiertos en invierno, como en este Oasis. Es primavera y florecen los cerezos, los manzanos y los bares abiertos. Añado: en Oasis preparan una tortilla de patatas densa y alta, XXL, con pimientos (alguno siempre picante). Así, frente al plato de tortillona, descanso un rato antes de entrar a Astorga.
El antiguo paso del ferrocarril se salva ahora por una pasarela diseñada, no me cabe duda, por algún ideólogo (no quiero decir arquitecto o ingeniero) que jugó mucho a las canicas en su infancia. Porque hay que tener mala idea para hacer dar tanta vuelta al peregrino (cinco rampas de subida, cinco de bajada) para evitar 20 metros. Para colmo, desde lo alto de la pasarela vi cómo cruzaba un paisano, supongo, por medio de las vías (que no parecen muy usadas por los trenes). Lo miré, me miró. Sospecho lo que pensó: ¡ay, pardillo!
En la salida de Astorga paso por la ermita del Ecce Homo, donde bebo de la fuente y me preparo para la subida tendida hasta Rabanal del Camino. La lluvia me obliga a abrir el paraguas. En Murias de Rechivaldo ya nieva y llego a una conclusión compartida: la cinta adhesiva no es una solución para las botas de montaña arruinadas.
En Santa Catalina de Somoza recuerdo con felicidad que en 1992 subí con José al campanario de la iglesia. Y fotografío otra vez, no sé por qué lo hago siempre, la mano pintada de una aldaba. El detalle de las uñas repintadas permanece inquietante.
A la altura de El Ganso me convenzo de que alguien se ha tomado en serio esto de plantar arbolitos a la izquierda del camino en el tramo leonés. Ojalá crezcan pronto y bien: manzanos, cerezos, encinas...
Llego a Rabanal del Camino y tengo dudas con el albergue. Están abiertos todos, y son varios entre privados y "públicos". En el Gaucelmo dormí en 1992 y 1995, en El Pilar en 2011. Me acerco a curiosear en el municipal y la hospitalera me sale al paso. Que soy el único que ha llegado hoy... Me quedo en el municipal, que me ofrece la tranquilidad de la soledad y el calor de la salamandra encendida. Cenaré donde siempre, en El Refugio (caldo -maragato-, huevos fritos con patatas y queso, cuajada).
Cuando regreso de cenar temprano, me encuentro con dos peregrinos ciclistas de Barcelona. Ellos se van a cenar, yo me acuesto como un niño.
¡Qué ricas suenan tus crónicas!
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