jueves, febrero 28, 2013

Una novela francesa

Frédéric Beigbeder (1965) ha escrito su libro: Una novela francesa. No quiero decir que El amor dura tres años o 99 francos (al cambio del siglo XXI : 13,99 euros) no fueran suyos. ¿Pero podrá Beigbeder superarse? (Quizá le den el Goncourt por la siguiente novela).
Creo que muchos lectores, como yo, quedarán agradecidos tras leer Una novela francesa. No quiero decir que me quede tranquilo con la esperanza de que el autor ya se haya desahogado, o que Beigbeder haya comprendido que no podrá escribir nada mejor y eso le anime a dejar de escribir (y publicar), no, no...
Acabo de comprender que hoy tengo un día más propicio para perderme por las acotaciones que para la crítica canónica. Así que, From Lost to the...
Se puede leer como una novela francesa, sí, y como una autobiografía, y... Aportaré dos juicios de valor contundentes: es breve y lo mejor es el "Prólogo" y el "Epílogo" (origen y epifanía).
Del "Prólogo": "El regimiento de infantería n.º 161 se lanzó hacia un muro de balas. Tal como estaba previsto, mi bisabuelo y sus hombres cayeron despedazados por las metralletas alemanas, asfixiados por el cloro. Así pues, se puede decir que Thibaud fue asesinado por sus superiores. Era alto, era guapo, era joven, y Francia le ordenó morir por ella. O más bien, hipótesis que confiere a sus destino una extraña actualidad, Francia le dio la orden de suicidarse. Como un kamikaze japonés o un terrorista palestino, este padre de cuatro niños se sacrificó con pleno conocimiento de causa. Este descendiente de cruzados fue condenado a imitar a Jesucristo: a dar la vida por los demás.
 Desciendo de un valeroso caballero que fue crucificado en las alambradas de Champaña." (P. 16).
Hala, ahí queda el listón. De la prosa y de lo demás.
El chispazo desencadenante de esa narración son dos días de prisión del autor (28 y 29 de enero de 2008) en circunstancias penosas por haber sido cazado como un conejo con la cocaína sobre el capó de un coche en la calle; la venganza contra un sistema injusto y contra Jean-Claude Marin (el fiscal que demoró su caso,  ya prisionero en el capítulo 27, clavado como una polilla con un alfiler en una colección de insectos). El desarrollo mental de la novela en prisión permite a Beigbeder recuperar su memoria infantil, la vida azarosa de su familia, el efecto del divorcio de sus padres, la relación con su hermano.. Esa recuperación del pasado propio y de su familia, entre las incidencias de su "detención preventiva", le permiten llegar a la epifanía del "Epílogo", donde muestra la misteriosa continuidad del amor, la presencia de lo auténtico ante su hija Chloë.
Del Cap. 21. "Dedo olvidado" (Algo muchas veces intuido, pero no leído). "En una novela, el argumento es un pretexto, un esquema; lo importante es el hombre que se adivina detrás, la persona que nos habla. Hasta hoy, todavía no he encontrado una mejor definición de qué aporta la literatura: el escuchar una voz humana. Contar una aventura no es el objetivo; los personajes ayudan a escuchar a otro, que quizá sea mi hermano, mi prójimo, mi ancestro, mi doble." (p.113).

Del Cap. 30. "Los niños consentidos". Diagnóstico feroz.
"No pretendo emitir ningún juicio moral sobre el divorcio de mis padres, habiendo impuesto yo el mismo procedimiento a mi descendencia. Pero dejemos de negar que esta nueva manera de vivir moldea a los niños. La nueva norma consiste en tener dos casas y cuatro padres (como mínimo), querer a personas que ya no se quieren entre ellas, temer constantemente las rupturas, a veces tener que consolar a los propios padres y oír siempre dos versiones de cada hecho, como un juez en un juicio." (P. 161).

Del Cap. 42. "Balance". Defensa de la autobiografía.
 Se puede escribir como Houdini deshacía sus ataduras. La escritura puede servir de revelador en el sentido fotográfico del término. Por eso me gusta la autobiografía: me parece que, oculta dentro de nosotros, hay una aventura que espera a ser descubierta y que, si llegamos a extraerla de nuestro interior, es la historia más sorprendente jamás contada. "Un día, mi padre conoció a mi madre, y luego nací yo y viví mi vida." ¡Guau!, es de chiflados, si lo pensamos bien. Probablemete al resto del mundo le importa un pepino, pero es nuestro cuento de hadas particular. Ciertamente, mi vida no es más interesante que la vuestra, pero tampoco lo es menos. Es una vida y nada más, y es la única de la que dispongo. Si este libro tiene una posibilidad entre mil millones de volver eternos a mi padre, a mi madre y a mi hermano, entonces merecía ser escrito. Es como si plantar en este bloc de papel una pancarta que dijera: "A PARTIR DE AQUÍ, NO ME ABANDONA NADIE." (P. 206).

En fin, he tomado muchas notas de Una novela francesa.


P.D.: Del Cap. 22. "Retorno a Guéthary". Esto sí que es un resumen en un capítulo que siento haber vivido.
"Por no hablar del alquitrán que se cuela entre los dedos de los pies, traído como siempre por alguna marea negra española. En 1972, los españoles todavía no eran modernos y no estaban "almodovarizados" como ahora. En general, se los tenía por mujeres de la limpieza con acento, conserjes bigotudos y sucios contaminadores de nuestros ríos inmaculados." (P. 122).

P.D.2: El prefacio, que en otra novela se hubiera titulado prólogo, es de Michel Houellebecq.

P.D.: Desde hoy, defenderé con orgullo (¿desde la barricada?) mi condición de no-almodovarizado.

4 comentarios:

  1. El Hijo de Dogbert8:56 p. m.

    Se me ocurrió pasar y confirmar que esto sigue aquí. Qué bueno. Abrazo bajo tutela.

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  2. Tutoradísimo, hay algo hermoso en la permanencia. Tú (casualidad de las fechas) vuelves aquí con el comienzo del curso universitario... Y yo sigo aferrado al hueso.
    Recuerdos a M., al Alain Delon que juega con fuego en sus manos y a su señora.

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  3. Excelente recomendación para mi curva de glicemia. Se me pasó volando, ¡gracias!
    Ese prólogo a las 8 de la mañana justificó el madrugón.

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  4. Jimena, qué gusto leerte.
    Ahora quedo yo agradecido.

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