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Un hayedo de Bedaio, un día de noviembre, una fotografía de Patxi. |
La melancolía, la astenia, el bajón que algunos sienten ante la pérdida del verano (o de las vacaciones, o del tostado de la piel, o de andar con chancletas, o de las oscuras golondrinas que aprendieron nuestros nombres...) yo lo experimento en torno a san Nicolás, cuando se anuncia la Navidad y los hayedos están pelados en el País Vasco y Navarra. Aún no ha llegado el invierno y el otoño ha perdido ya el color, el misterio y la sorpresa. Mientras otros esperan al Olentzero (carbonizado), al Papanoel (rojo satén) o a SSAA los Reyes Magos, yo dejo pasar estos días cortos, oscuros; y con la memoria aún caliente del otoño, desde los cuarteles del invierno, imagino las campas con verdes nuevos de abril. Volverán los ebúrneos perrechicos (y las senderuelas, y las colmenillas). Y pasará un año, como poco, hasta que en este
entretiempo sin nombre, en esta parada entre estaciones, vuelva a escribir "ebúrneo".
Ahora a pisar nieve. Voy a por los crampones, hala.
Cras, cras a ti también.
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