Por el camino de la cabecera del Urdallue. |
A punto de coronar Izu. |
El camino partió de Eskas para bajar por la vía balizada al poblado de Artikutza (trago de agua y rellenado de cantimploras), siguió por pista adentrándose por el valle de Elama (lo confieso: yo ponía un ojito en las truchas del arroyo). En Goizarin, junto a los muros de la vieja ferrería, ya habíamos cumplido dos horas de marcha veloz. Tras un picoteo (no llegó a la categoría de almuerzo), remontamos hacia el nordeste (la izquierda), hacia la ferrería de Elama. Allí buscábamos el mejor camino posible para salir al collado de Beltzuntza y descubrimos por sorpresa una senda recientemente construida en perfecto zigzag que remonta sin demasiado esfuerzo un notable desnivel.
En el collado cumplimos con un almuerzo austero: pan, chorizo, Alkorta (tinto, no remero de reality) chocolate y café. Bajamos hacia la cabecera del Urdallue: por senda primero y después al hilo de una alambrada. Allí descubrimos un camino precioso que serpentea por hayedo en los dos últimos ramales del Urdallue.
Remontamos un poco hasta la borda Matxepe y, de nuevo por senda balizada, apartamos de nosotros el cáliz de Baraxar (para alguien fue un argumento de valor el hecho de que no tuviera buzón) y subimos a Izu. Desde allí seguimos un camino ya clásico de andadas artikutzeras: Pagolleta, Bidangoa, Eskas.
Asun, Pilar, Patxi y yo apuramos la luz. A las seis menos cuarto llegábamos al coche.
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