lunes, agosto 25, 2014

Jean Arlaud (3.065) y Gourgs Blancs (3.128): las versiones

La ruta de ascensión por el Este hacia Jean Arlaud y Gourgs Blancs.
Pared del Jean Arlaud, buenos agarres. Fotografía de Patxi.
Aprovechando las viras en la pared del Jean Arlaud.
"Habla, Señor, que tu siervo escucha".
(Samuel 3, 9).
Jean Arlaud y Gourgs Blancs. La película
La consecución del sueño de un pirineísta ejemplar tras los pasos del malogrado Jean Arlaud.
Una producción de P.; con guión de P., basado en las novelas del comandocroquetalameteoquevieneAngulo, Editorial Alpina y otros; con la dirección y el papel protagonista de P. en el papel redivivo de Jeand Arlaud.
Nominada a 9 Oscars 9.
Mejor película.
Mejor director.
Mejor actor protagonista.
Mejor guión adaptado.
Mejores efestos de sonido, por el gadget de la pedorreta interminable...
Mejor vestuario, por las chanclas tuneadas al estilo gheisa y las polainas de fortuna improvisadas con bolsas de plástico transparente.
Mejor escenografía, por las vertiginosas paredes graníticas.
Mejores efestos especiales por las trepadas y destrepes en chimeneas que convierten a Santacláus en un ocasional navideño de ETT.
Mejor monta-je, por subir y bajar en cuatro días cuatro trrrrresmiles y dos montes más.

La crítica ha dicho:
"Hay método en su Locura (Hamlet)".
"Semejante despliegue de talento, vestuario e imaginación deja atrás a Mortadelo y Filemón."
"Un nuevo Leonardo ha llegado al selecto mundo del pirineísmo".
"No se veía algo así desde Rocky Balboa".

La consecución de un sueño. Making-of
Estaba P. -lo llamaré P., en homenaje a la línea defensiva P, en el Pirineo canfranero- en sueños cuando recibió la Llamada. Era una llamada confusa como todas ésas que proceden del más allá, y se mueven en líneas fronterizas: sueño y vigilia, realidad y ficción, Teleafónica y Francetelecón...
P. se hizo el dormido primero, el sordo después, incluso el sueco; pero, como sabéis, él es sueco sólo para correr como un esquiador de fondo. Y al final atendió la llamada. La llamada sonaba en francés  -que nadie lea con amaneramiento lo que sigue-: Gourgs Blancs, "gourgs" de gargantas; profundas, sí. Y al primer gran sueño le siguió una secuela, una réplica, que dirían los sismólogos: Jean Arlaud.
Son las cosas del espíritu, se apoderan de uno y no se las puede quitar ni el de la limpieza dental con torno. P. tenía que ir, tenía que subir, tenía, incluso, que bajar. Y aunque la decisión estaba tomada, P. se detuvo en un pensamiento (¿acaso el el Señor no tardó siete días en completar el Mundo?) , P., como un nuevo Virila, ensimismado, encantado, casi trasfigurado, dejó que fluyera el tiempo, y el sueño de Gourgs Blancs y Jean Arlaud fue creciendo, casi solidificándose. Hubo un momento (¿dos, tres, cuatro años después para el resto de los mortales?) en el que P. encontró cuatro días, cercanos a la Virgen de agosto de 2014. Todo eran señales.
(Y vanidad, no olvidemos la vanidad... Porque ¿y si el mismo día al Jean Arlaud y al Gourgs Blancs le añado la Torre Amengaud, La Lourde Rocheblave, Camboué, Saint Saud, los tres Claravides y el Gías? ¡Los 10 tienen más de 3.000!).
Así que P. aprestó y apretó su mochila más deforme, dos pares de medios crampones, sus chancletas tuneadas al estilo japonés, turrón y manís. Y llamó a J.
Estaba J. -lo llamaré J., aunque no tenga una línea defensiva en el Pirineo- al tanto de las llamadas espirituales de P. Y entre tanto subía otras montañas con P., con otros y hasta solo (enajenado). Había sumado J., en estos tiempos propios de Virila para P., esfuerzos en Torre del Marboré, en  Otal, en Escarra, en la Vía Moscowa...
J. cantó como en el bolero: "Si tú, P., me dices ven...", etcétera.
(Tararea, lector, no te refrenes).
Viajaron P. y J. en tiempo récord desde San Sebastián al final de la carretera de Benasque, y desde allí subieron contra la niebla mojabotas al Puerto Viejo, franqueron el paso por tereno descompuesto y sin visibilidad, pasaron en descenso por tres ibones (Lac du Por Vieil, Lac Charles, Lac Bleu), bordearon un sendero que se asoma vertiginoso al valle luchonés; cenaron, durmieron poco y desayunaron austeramente en el refugio de infausto nombre "Maupas" (paso malo). En la jornada siguiente, brillante y despejada, subieron a la Tusse de Remuñe (3.041) con gran aprovechamiento de sus medios crampones.  P. recitaba ¿refiriéndose al paisaje?: "Sal va je". Descendieron un poco hacia el ibón Blanco de Literola y remontaron al collado Inferior de Literola. Sentían la atracción de Crabioules y ascendieron magnetizados (a juzgar por lo que pegaban el cuerpo a las rocas) escalando por un I+ con dos pasos II  y expuestos hasta alcanzar el primer Crabioules (3.106); allí renunciaron al segundo: ¿por miedo a la cresta terminal, para no llegar tarde al refugio, porque la fatiga al día siguiente no era una opción? En el Portillon, cenaron bien, durmieron bien, desayunaron bien.
Y llegó el día en el que se materializaron los sueños. Deteneos un momento, pensad en esto. La gente dice que sucede el día que te casas, el día en que eres padre o madre, el día en el que te toca un piso de protección oficial en el sorteo, el día en que te separas... Pensad, digo, en lo que supone poner fecha, hora, altitud o aspereza de la roca a un sueño; materializarlo en algo tan fugaz como un esfuerzo de subida y bajada en una montaña (o en 10 montañas, ¡ay!,  la vanidad...).
Para aproximarse al sueño, tomaron un desvío, remolones, y añadieron otra cima con vistas prodigiosas: Tusse Mont de Arque. Enfrentaron la cara este del Jean Arlaud, la más audaz, la más increíble ante la mirada. Y hasta allí fueron. P. entregó su testigo a J. (un litro de agua) y se descubrió a sí mismo como un superhéore, con fuerzas insospechadas en momentos extremos. Trepó, escaló por II y III, se hizo una bavaresa (que no es pecado). Fue grande. ¡Ah, si lo hubiérais visto...!
Habían pasado cuatro horas desde la salida a las 7,45 de Portillon cuando P. alcanzó la cima Jean Arlaud (3.065). Entonces, en la cima de sus sueños, P. se detuvo, bajó la mirada e hizo pis.
P. y J. bajaron otro II por la cresta de Jean Arlaud para conectar con la subida a Gourgs Blancs. Hicieron cima (3.128), almorzaron.
Cuando los sueños se cumplen, hay que cerrarlos. No vale añadir cenefas, marcos dorados, secuelas (perdón por estas líneas). O sea, no hay que añadir 8 tresmiles más. P. y J. descendieron al collado de Claravides, recordaron a la triunfante Asun en los picos homónimos el día que Pujol marcó gol a Alemania, y bajaron resueltos al refugio de Estós.
Se ducharon con agua caliente, cenaron como enfermos (poco). Por la noche se desencadenó la tormenta. El destino se había cumplido. La naturaleza no necesita tu cariño, como anuncian los pósters más ridículos del Pirineo español, pero redoblaba con los truenos como si se manifestara la perturbación en la Fuerza ante el éxito de P., que se había ido de rositas sin calzarse la capa. Durmieron en la sauna conocida la noche del 18 de agosto como dormitorio Perdiguero; desayunaron (que no es poco) antes del amanecer del 19. Aún caminarían una mañana, subirían otra Tusse, incluso remontarían cuesta arriba (6,5%) 3 km de carretera... ¡Minucias comparadas con el sueño cumplido!

P.D.: Aún huele a victoria en el forfi de P., que ninguna nariz acatarrada lo confunda con bota sudada.

Las entrevistas a los protagonistas 
Tras leer los hechos, versión J, desconfío. La realidad no es tan bella, tan épica, tan redonda.  Así pues, busco a los otros protagonistas del relato.
 Al primero que localicé fue al guionista P. Bocetaba con desgana una subida al Untzillaitz con dos protagonistas; pero la sombra de su último trabajo pesaba demasiado y creía que al público ya no le parecería lo suficientemente emocionante. 
-¿Cómo fue la creación del guión?
-Un trabajo de mucho tiempo. Tenía la idea original (el ataque al Gourgs Blancs desde el Jean Arlaud) esperando varios veranos, pero fue este, al descubrir que podía encuadrar la acción en cuatro días, cuando di cuerpo a los otros tres días: el del  viaje, el del  ascenso a Crabioules y el del  retorno. El inicio es una road movie en la que...
 -Ya, ya. Pero ¿los hechos siguen el espíritu del guión? 
-Los cojones. Los actores estaban descontrolados y hacían lo que querían. El primer día demostraron que aun con el guión delante iban a hacer lo que les daba la gana. Usaron la excusa de la niebla para convertir toda la jornada en una constante improvisación. No sé cómo llegaron al refugio. El segundo día, J., al decidir bajar en el Crabioules Occidental, abortó unas fantásticas escenas dramáticas en la que P. estaría agotado y atrapado en el Crabioules Oriental. El día clave, tras lograr el Gourgs Blancs, el resto de la jornada iba a ser un festival de tresmiles cayendo uno detrás de otro; fue entonces cuando P. (maldito divo) decidió que no quería ser un héroe tipo Rambo, sino  un...
 -Déjelo, me hago una idea. Le agradezco mucho su valioso tiempo. 
-De nada, un placer. ¿Ya se va?, ¿no quiere ver mi guión sobre un grupo de montañeros que se quedan sin agua en Jaizkibel?  

Al día siguiente localicé al director P. Estaba ensimismado viendo su obra en el ordenador. 
-¿Cuál fue la importancia del guión? 
-El guión no tenía ni pies ni cabeza. El guionista P., con cada blog que visitaba, con cada libro de montaña que leía, añadía una línea nueva a la acción. Al final no me aclaraba ni yo. A los actores no se les daba el guión de la siguiente jornada hasta acabar el día para evitar una desbandada.
-¿Qué tal el trabajo de los actores? 
-Pésimo. J. no tenía registros dramáticos; ya sea desayunando, ya sea colgado de una pared, siempre pone la misma cara. P., al contrario, pasaba de la tranquilidad a la tensión y al pánico muy bien; a veces demasiado rápido y sin venir a cuento. He tenido que usar mucho el recurso de la elipsis.  

Decido buscar al otro protagonista, P. Como tantos actores, lo encuentro trabajando de limpiaplatos.
-¿Cómo fue la producción?
 
-Cutre. He tenido que compartir protagonismo. Y a la hora de la verdad, cuando exigí un doble para las escenas en la pared del Jean Arlaud, nada de nada.
 -¿Y la relación con su compañero?  
-Una constante lucha de egos, siempre buscando protagonismo. En los refugios franceses siempre tenía los mejores diálogos, en la montaña siempre por delante, y así siempre. Te pondré un ejemplo concreto: tras hacer el Gourgs Blancs, llegamos al collado de Gías, entonces decido subir Claravides. Esta ascensión agotaría mis fuerzas y podría hacer un descenso a Estós con la intensidad dramática que da el bajar desmadejado. J., celoso, decide que bajemos directamente, para que quien brille sea el que guía y no el que lucha por llegar de pie. Pero yo soy un tipo con recursos y conseguí bajar totalmente agotado... y sin hacer esa última cima. Ahí queda eso.
  Fragmento extraído del libro Pescadores y montañeros, todos unos exagerados.

Para saber más:

2 comentarios:

  1. Leeré este texto a mis hijos.
    Pd: a su debido tiempo.
    Pd2: veo que cuerda, lo que se dice cuerda, ni en el reloj.

    ResponderEliminar
  2. Anónimo11:42 a. m.

    Esto va a papel. Lectra sosegada. Montañones. Respeto.

    Saludos,
    Iñaki M.

    ResponderEliminar