sábado, marzo 10, 2018

Soledad 12

Confieso que no estoy (ni he estado) en facebook, twitter, google+, tagged, meetMe, badoo, instagram, pinterest o lo que quiera que se use ahora... Confieso que he decidido no poner esas mayúsculas a las redes como reconocimiento a su popularidad. Confieso, en fin, que tampoco estoy en whatsapp; sí, no estoy en ningún "grupo". (No sé qué opinarán de esto psicólogos y psiquiatras).
A menudo me piden explicaciones por no estar enredado. Me defiendo con que no soy un extremista ni un saltimbanqui arriesgado; que estoy al margen porque puedo, y puedo porque me dejan, porque cuento con la comprensión de las personas que me quieren así, casi envalentonado con mis defectos, dispuesto a la caída sin red. Es más, reconozco que he pensado en apuntarme (o como se diga) a muchas redes. ¡Ah! La tentación de una noche loca de conexión a las redes que dé un giro nuevo a mi soledad... Me dejaría llevar por los usos de la mayoría, inventaría mi personaje para el carnaval digital, como tantos usuarios, y mi avatar se sometería a la prueba de las visitas del like para superarme en todos los "campos" valiosos (más guapo de cara y más esbelto, con más tatuajes y estilismos; campeón de karaoke y algún arte marcial; polígloto e ingenioso; seguro que más feliz y con más reconocimiento que yo). Cantaría una versión de Desaparecido de Manu Chao: "Cuando me buscan nunca estoy/ Cuando me encuentran yo no soy".
Sé, por obra de Richard Yates, que hay al menos once tipos de soledad, pero con las redes sociales cuento otra más (como poco). Y aunque me dicen que gracias a las redes cada vez es más difícil estar aislado (y aunque no sé qué opinarán de esto psicólogos y siquiatras), pienso que gracias a las redes se puede estar aún más solo en el teatro virtual del mundo.
Acepto la prueba del abrazo: se quiere a las personas a las que se abrazó, se abraza o se puede abrazar. Hay gente que abraza los árboles, las farolas, las almohadas... Y millones de personas se suman cada día a los abrazos electrónicos. Entre vosotros, los enredados, muchos habéis evolucionado, os habéis adaptado al proceso de evolución tecnológica y ya contáis amigos sin carne ni halitosis, por todo el mundo. Abrazables en potencia, me diréis. (Inabarcables para mí). Cientos, miles, millones...; en Angola, en Vanuatu, en Argentina, en Tailandia, en Australia, en Rusia, en Eslovaquia, en Sudán...; personajes que no dan problemas. Me da calambre pensarlo, quizá porque soy un tipo primitivo  (seguro que en mi ADN el porcentaje neandertal supera el 4%) y necesito mis defectos, y los ajenos, como una prueba de realidad. Por eso, aunque he pensado en enredarme, en crear una imagen de mí mismo para dejar que ese yo virtual interactúe con otros virtuales (ahora me lo imagino como un perrillo feliz sin olfato en el parque, jugando con otros perrillos felices también sin olfato. Ya no se olisquean el ano, ¿para qué?) sigo ausente en las redes. Y no es porque me resulte escalofriante la experiencia de soledad íntima en compañía de la imagen virtual de uno mismo y de otros personajes. Todo es mucho más sencillo. Sigo desconectado porque invertiría mucho tiempo en personajes planos, ¡qué pereza!, y porque confío en las personas que conozco, esas que me permiten seguir sin redes.

P.D.: ¿Y qué haces en eresfea? Señalará alguien...  ¿Por qué mantener un blog abierto hace tantos años? Precisamente, porque lo abrí para personas que conocí hace años y lo mantengo para personas que conozco.



3 comentarios:

  1. Yo no te reconocería redesocializado. Mantén, mantén.

    F.

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  2. Anónimo5:50 p. m.

    Mantén el blog, mantenlo; y con ese fondo marrón tan añejo, mejor aun.

    Saludos
    Iñaki M.

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  3. Anónimo8:48 a. m.

    Yo llegue a este blog buscando en Google "golpe de hongos" y me encontré mucho más. Espero que sigas con él.

    Antonio

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