martes, septiembre 28, 2021

La rama en el pasillo

 

Fotografía de Pilar.

La ramita se cruza ante la vista cuando se avanza por el pasillo del hayedo en la niebla. No impide el paso, solo es una molestia para el ojo agudo, un pequeño desajuste en un orden establecido por cierta mirada para un escenario concreto. Esas cosillas que fastidian la vida de los maniáticos -el cubierto desordenado en la mesa, una maca en la manzana, un maillot (casi) blanco de un ciclista...-.  Y de pronto, la ramita ya es rama.
Entonces alguien apoya su mano en tu hombro y te dice, así como quien no quiere la cosa:
-Esa rama habría que quitarla, ¿verdad?
Ya no hace falta que digas nada y, agradecido porque alguien te conoce, te dominas y pasas bajo la rama sin bailar limbo, sin quebrarla y arrojarla fuera del paisaje vertical de las hayas jóvenes.

miércoles, septiembre 15, 2021

Qué pasaría si prescindieras de todo lo que sabes de memoria

Sabrías respirar, hacer la digestión, caminar, estornudar, orinar, dormir... No sabrías el nombre de tu madre, tu nombre, los sinónimos de burro, tu edad, la letra de unas cuantas canciones, cuál es la capital de Francia o de qué color era el caballo blanco de Santiago.

Pero ahí está la tentación de eliminar la memoria del estudio, de los exámenes en la escuela y la universidad.

P.D.: Burro, borrico, asno, pollino, rucio, jumento...

lunes, septiembre 13, 2021

Russula cyanoxantha

 


Russula: rojo...
Cyano: cian, azul...
Xantha, de xanthós, amarillo...
No discutamos de etimología y colores. Estas (y otras) que veis fotografiadas el 11-IX-2021, fueron cocinadas el mismo día.

miércoles, septiembre 08, 2021

El octosílabo

Nos acercamos a unos rastrojos agostados en septiembre. Los han pisado las ovejas y el suelo está duro. Solo la carrigüela verdea cerca de unos montoncillos de paja. Entonces me sonrío. En España, me digo, los poetas clásicos se echan al monte... Ya quedan pocas oportunidades para decir o escribir rastrojoagostado, carrigüela... Estoy a punto de añadir pegujal. En fin, ya está, lo he hecho.

Los rastrojos tienen esa poesía de la austeridad, de lo esencial, de lo seco (casi de lo aromático) que anima a respirar hondo, a la atención plena. Poesía del secarral; de la cagarruta, el terrón y la paja (a menudo en el ojo); que se permite, incluso, la evocación, el recuerdo del paraíso perdido: verde y amapolas; trigo, cebada y rojo.

Y entonces, en el rastrojo, me digo que tengo que escribir o decir argaya en mayo, antes de que la arranquen del diccionario, antes de las cosechas. Me vengo arriba. Ya tengo hasta una metáfora preparada: espuma de las olas en campos de cebada.

Debería añadir: acamados. Por el viento, claro. Sí, podría. La oportunidad, hay que encontrar la oportunidad...

Me vuelvo:

-¿No te parece que hay una poesía de lo mínimo en el rastrojo?

Ella me mira, pupila marrón, compasiva, sin paja. Me dice:

-A mí solo me recuerda la expresión: "Como puta por rastrojo".

No canta ni un pájaro. Y pienso bien callado: joder con el octosílabo.