miércoles, noviembre 08, 2006
A Simón, con gustoso afecto
EL PINCHO. (Ya se lo he contado a dos personas...). La novedad que me dejó ayer en estado de ingravidez. ¡Gracias a la invitación de María!
¡Ñam!
Aluciné, alunicé: "Este es un pequeño bocado para el hombre, pero un gran bocado para la humanidad". Yema tibia de codorniz con un taco de foie a la plancha, todo eso bañado con caramelo y servido en una cuchara de porcelana. ¡Ay!
Usted, Simón, tenía que haber estado ahí.
P.D.: La imagen no es del pincho, ni de ayer. La tomó Milagros en septiembre, en un buen territorio para los paladares exigentes.
P.D.2: "Edito" esta entrada con un añadido fotográfico demostrativo: todo eresfea no es montaña, rusos, hongos y Luz (como sospecha anonetoy)... Sí, confirmo esa inclinación por la cocina que nos hace felices a los vascos. Cuando cocinamos nos reímos, cantamos (y nos bajamos las botellas de tinto que no veas...). La fotografía de los cocinillas es de Imanol.
Pero según lo que veo, y lo que conozco, al menos uno de los dos fotografiados no es un paladar muuuy exigente que digamos. Salvo que los catalanes o Milagros lo hayan "afinado" en el tema.
ResponderEliminarLo que tienes que soltar es el lugar donde ponen tan suculento bocado.
ResponderEliminarLa foto tiene algo de remake del mito de Sísifo. Podría ser de mañana.
ResponderEliminarComer está rico.
¿A los hombres vascos les hace felices cocinar? Indudablemente la sangre en mi familia se debe haber diluído bastante. Persiste el buen gusto por un comida bien hecha...pero cocinada y servida por otra persona. Y debo agregar, ellos piensan que la vajilla se limpia sola.
ResponderEliminarmitacuauy, una cosa es cocinar y otra fregar.
ResponderEliminarLa semana pasada fui a un restorán de cocina mejicana y me encantaron los tacos con salsa de palta. Supongo que se debe a que mi madre, mientras me "incubaba", tenía antojos de palta.
ResponderEliminarQué grande es lo absurdo, y más aún Sísifo. Sísifo está adherido a muchos verbos.Los Maslow-básicos, por ejemplo. Nunca me lo había planteado antes.
ResponderEliminarPareces como los políticos cuando ponen el primer ladrillo/palada de un nuevo edificio, que se ponen el casco de obrero y todo. Que no te veo, que no.
ResponderEliminarTú a vigilar torcaces y gusanicos, Eresfea. Si me fuerzas, te empiezo a hablar de cuevas.
Mira la riqueza verbal cómo se resiente de madrugada y después de recortar durante una hora papelitos. Ay.
ResponderEliminar¿Cuevas? Interesante...
ResponderEliminarHoy, en la columna de la contraportada del Noticias de Gipuzkoa, citaban una maldad de no recuerdo quién (Ruano o alguno por el estilo). Decía que para los hombres vascos había mayor placer en cascar el caparazón de una langosta que en desabrochar el vestido de una mujer.
ResponderEliminarLo que tiene que ser la leche es hacer las dos cosas a la vez.
Para un vasco eso seríaa complicado, pero no imposible.
ResponderEliminarJ., muchas gracias por la confianza.
ResponderEliminarMe imagino que resolveríamos el asunto dando un pisotón a la langosta, y dedicando las dos manos a desabrochar el vestido. Seguro que hay otras posibilidades, pero ésta me parece la más vasca de todas.
Y sin que se pierda nada
ResponderEliminar¡muy bien eresfea! luego tú te ocupas de la tintorería cuando le salpiques de langosta todo el vestido a la pobre señorita.
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