martes, diciembre 29, 2009

Otro cambio (en Uruguay)

En 2002, la crisis económica larvada en Argentina desde el 2001 no se quiso ver en Uruguay hasta que el muerto pudrió la alfombra a mediados de 2002. La crisis del corralito, la llamaron. Se puede consultar la hemeroteca, hay mucho escrito sobre ese año horrible. Contaré algo diferente. Entonces yo daba clase a universitarios uruguayos. En 2002, en 2003, en 2004 había una respuesta de futuro entre los estudiantes que me provocaba una desazón enorme. Les preguntaba por sus expectativas una vez licenciados y aproximadamente un tercio de mis alumnos pensaba en emigrar en cuanto se licenciara en Comunicación. El título era el documento añadido al pasaporte (los pasaportes más valorados eran el español, el italiano y el estadounidense). A mí me dolía que la nueva generación de uruguayos universitaria pensara así antes de recibir una cachetada. No habían trabajado aún y ya estaban desengañados. Y, ojo, el hecho de que cultivaran el pasaporte de unos abuelos no era una novedad de la crisis. Eso era anterior...
Los jóvenes (universitarios o no) me contaban que Uruguay era un país de viejos, que si querías hacer algo tenías que esperar a engordar, a quedarte pelado, a cumplir al menos cuarenta años… Dicho de otra manera: la sucesión de los valores culturales no conocía fisuras, lo que sirvió para el abuelo, sirvió para el padre, servía ahora para el hijo, serviría para el nieto… ¡Y tantos jóvenes estaban desencantados!
(Quizá el desencanto de muchos jóvenes se podía simplificar en un materialismo elemental: preguntaban por la música que se escuchaba en Europa, por la moda de ropa, por la noche fiestera española...).
La crisis desató la sangría migratoria: miles de uruguayos abandonaron su país, fueron buenos tiempos para las empresas de mudanza y para las compañías aéreas. Y llegaron los cambios políticos políticos. La elección del oncólogo Tabaré Vázquez como presidente de Uruguay (un gran presidente, por cierto); la descomposición de uno de los dos partidos más antiguos del planeta (Partido Colorado) y el ascenso de su candidato Pedro (Bordaberry), sin opciones, marcado por la memoria de su padre; la elección de Mujica con traje como presidente.
Pero entre 2007 y 2009 he observado el cambio que más me interesa en Uruguay: el de los jóvenes. Porque éste es el cambio de la transmisión de los valores culturales. Trataré de explicarme. En 2007, en 2008, en 2009, he preguntado a los alumnos de Comunicación (sé que la muestra es pequeña, inaceptable) a propósito de su futuro, ¡y no se agarran al salvavidas de su pasaporte como antes! Ahora son ellos quienes me pasan música, quienes me cuentan a propósito de no sé qué videojuego, quienes calzan unos championes que… El umbral de sus esperanzas (¿materialistas?) parece cubierto. Y laboralmente algo ha ocurrido también. Las nuevas tecnologías, al menos para los comunicadores, han abierto un campo en crisis. Antes, por ejemplo, un guionista de cine o de televisión estaba obligado a emigrar con su guión debajo del brazo. Ahora lo puede enviar a mil concursos por Internet, lo puede mover por el mundo. El caso/éxito de Federico Álvarez y su ¡Ataque de pánico! es ejemplar. Cada vez más jóvenes uruguayos están conectados al mundo, no sometidos como antes por la gerontocracia. Quizá sus ilusiones son tan limitadas como las de los jóvenes de eso que en Uruguay, lamentablemente, se conoce como Primer Mundo. Quiero pensar que no, demasiados amigos en Uruguay me hacen pensar que no. Crece la generación conectada (a la Red, al MP3...), y se viene la generación alentada por el Plan Ceibal (disponibilidad de ordenadores personales para los escolares).
Este agosto de 2009 me convencí de que muchos jóvenes montevideanos ya cubrían suficientes expectativas de futuro. Ya estaban incardinados en el mundo como no habían soñado los jóvenes seis o siete años antes. El cambio es brutal.

El 26 en Ausa Gaztelu

Pilar alcanza la cima de Ausa Gaztelu.

Asun, Coro, Karmele, Lourdes, Pilar, Ángel, Imanol, Perni y yo caminamos entre las nubes (lluviosas), recogimos las últimas ilarrakas del año y ascendimos Ausa Gaztelu. No hacía mucho frío, pero en la cima se sentía más que de costumbre. Perni llevó en su termo té con menta muy caliente. De regreso algunos fuimos a Decatlón, y luego a Forum. Para comprar termos.

domingo, diciembre 27, 2009

El 23 en Abadegurutz y Mandoegi

Asun, Pilar, Patxi y yo emprendimos la subida de paseo suave, por Arano, de Abadegurutz y Mandoegi. Caía aguanieve y eso nos animó a regresar por el mismo camino y a repostar en Arano. De nuevo tengo que ensalzar el bar restaurante anexo al Ayuntamiento. Esta vez fueron huevos con chorizo. Y sidra. Y unos crianzas.
P.D.: La fotografía en Abadegurutz es de Pilar. Si ampliáis la imagen con un clic, no os dejéis engañar por el signo de Asun . No es de victoria, como puede parecer, sino que marca el dos del segundo puesto de llegada a la cima.

El 20 en Urkieta.

Karmele y Lourdes, descansito en la ascensión.

Andrea al frente en la cresta de Urkieta.

Al fondo, a la derecha, Txindoki. Pero la cuestión es: ¿quién está haciendo pis?

Anunciaron tempestades, pero el cielo estaba despejado y la nieve como harina recién caída. Andrea, Asun, Karmele, Lourdes y yo subimos a Urkieta desde Gorriti. Qué luz…

Olentzero en Amara Anoeta


El día Navidad salgo a dar un paseo y, para empezar, me encuentro con Olentzero. No es como cuentan en la neotradición (desde hace 30 años en San Sebastián, antes no lo conocían ni en su casa a la hora de cenar). Resulta que el carbonero gordo, sucio y rijoso, que sólo regalaba a las chicas (por el interés te quiero, Andrés), se ha aggiornado. En vez de la blusa negra o las pieles, que copió a Papá Noel, viste un chaleco de forro polar sobre la tradicional camisa de cuadros, aunque mantiene la estética de los grises y negros “y esa boina calaaaaada al estilo del…” (contente, eresfea, contente). De los pantalones vaqueros ya ni hablo, hace tiempo que Olentzero abandonó el pantalón de mahón. Se ha aseado un poco, no fuma, e incluso ha perdido unos kilos.
Pero lo peor es verlo paseando con su pastor vasco por Amara Anoeta un 25 por la mañana, con absoluta impunidad, regodeándose del trabajo de la noche pasada. Como si fuera un mérito. A ver, es como si los basureros se pasearan orgullosos por las mañanas restregando al resto de los ciudadanos su labor. Es su trabajo, ¿no? Pues lo mismo con este Olentzero. Pero, además, viene a un barrio donde mandan los Reyes Magos. Esto es campaña desleal en un día sin promociones. Pienso: Olentzero, cuánto mejor sería que te fueras a la cama ya... Pero, por un momento, me fijo en los papanoeles escaladores y chinos que cuelgan de los balcones y entiendo su mala baba, entiendo que quiera pasearse precisamente hoy por este barrio de San Sebastián, marcar territorio, decir aquí estoy. Si Olentzero fuera futbolista, tendría el 2 y ¿cuántas camisetas vende un 2?
A veces salto en el tiempo, imagino que tengo cinco años y me preguntan: “¿Qué prefieres: Olentzero o Papá Noel?”. Y me entran unos sudores... Y al final me inclino por el gordo de la Cocacola, porque cuenta con el respaldo tradicional de países ricos y, sobre todo, tiene mejor color.
Quizá para librarme de la pesadilla, o por enredar, interrumpo el paseo de Olentzero y le digo:
-¡Olentzero, Olentzero, no me has traído nada!
Me responde:
-No seas incongruente, ¡chisgarabís!
[¡Zaca!]
El pastor vasco gruñe un poco. Y Olentzero le dice:
-Tranki, Txuri…

Txuri echa un pis territorial en un negundo. Y se van.
Luego encuentro una respuesta para él. O dos. Pero ya es tarde. La primera: se está pasando con el asunto del traspaso de las competencias. Si yo he pedido a Sus Majestades el diccionario de la RAE, no tiene por qué saberlo este gordo adelgazado. La segunda, vengativa, es que le espero la noche del 5 de enero, que como se vuelva a sumar con los Reyes Magos, para aprovechar el tirón y promocionarse luciendo palmito en la Cabalgata, me va a oír.

P.D.: Gracias a J. y al Correo, ya veo que en Bilbao (siempre tan adelantaos) están llegando a la fusión Papá Noel-Olentzero. Quizá sea la solución a esta crisis...

jueves, diciembre 24, 2009

Resultados del II Campeonato Mundial de Pintxos. (Celebrado en la intimidad).

Puntuación perfecta: 90 puntos.
Nunca mereció tanto la pena hacer clic. A ver si podéis identificar cada pintxo con su nombre...
1. Carrillera, dale fuego. Autora: Asun. Puntuación: 77,5.
2. Triguero con pato. Autor: Josean. Puntuación: 64,5.
3. Magret que tenía que haber sido foie. Autor: Álvaro. Puntuación: 64.
4. Explosión cóncava. Autor: Ángel. Puntuación: 60,5.
5. Ojo de Sauron. Autora: Lourdes. Puntuación: 59,5.
6. Tontaina 54,7. Autor: Imanol. Puntuación: 54,7.
Fuera de concurso. Categoría especial postres: Acuajado (Amarga crema de kiwi), Patxi-neta de crema. Autor: Patxi. Puntuación: 49.

jueves, diciembre 17, 2009

Compasión (y gusanos)

Granta en su número 10 (Cosa de hombres) publica la entrevista de Jhumpa Lahiri (Londres, 1967) a la escritora Mavis Gallant (Montreal, 1922). La traducción es de Juanjo Estrella.
Copio:
"JL. ¿Cómo cambia su vida de escritora a medida que se hace mayor?
MG. Cambia en el sentido de que ya no tengo manos.
JL. ¿Le resulta difícil sostener una pluma?
MG. Cada vez me cuesta más.
JL. Y las cosas sobre las que ha sentido la necesidad de escribir, de pensar, de expresarse, ¿cómo evoluciona eso con los años?
MG. Voy a decirte lo que sucede cuando te haces mayor. Las cosas te parecen inevitables.
JL. ¿En la escritura?
MG. No, en la vida. Parecen inevitables en cierto sentido. Te sientes menos... No sé qué es. La compasión no se pierde. 'Los hombres mueren alguna vez, y los gusanos se los comen, pero no por amor.' Shakespeare la tenía."

P.D.: Pimpampún.
P.D.2: La entrevista termina ahí.

martes, diciembre 15, 2009

Invocación a la ignorancia

"Cuando sepamos algo, te llamarenos."


La imagen no tiene nada que ver, pero me gusta el lución (sirauna, en euskera).

miércoles, diciembre 09, 2009

Montañas festivas (2): Ralla de Alanos

Álvaro a dos metros de la cumbre.

Empieza el descenso, Imanol y Ángel tras el almuerzo.

Lourdes camina hacia el collado de Ruzquia.

Patxi, con 180 pulsaciones, dirige al grupo en las canaletas de Ruzquia.

El día de la Inmaculada, Lourdes, Álvaro, Ángel, Imanol y yo subimos de Zuriza a la cúspide de la Ralla de Alanos (2.167). La ruta siguió el collado de Tacheras y Trasveral (2.097), una montaña menor. Tras la cima mayor y el almuerzo, en el descenso por las canaletas de Ruzquia, Ángel dio un ejemplo de tenacidad con la nieve a la altura del vientre.
Fue un día intenso.

Montañas festivas (1): Txindoki, Etitzegi y Larraone

Cumbre de Txindoki.

Felicidad en Etitzegi. A la izquierda, Larraone.

Cresteando en Larraone, Txindoki al fondo.

El día de la Constitución, Asun, Lourdes, Pilar, Ángel y yo ascendimos Txindoki (con una ventolera que tiraba), Etitzegi y Larraone. Recordaremos siempre la bajada infantil (como en trineo, pero sin trineo ni nieve) de más de doscientos mertros de desnivel por la hierba tumbada de la ladera de Larraone.

viernes, diciembre 04, 2009

Buzoneo montañero y prenavideño

Artxueta (1.343), el 22 de noviembre.


Aldaón (1.411), 28 de noviembre. Al fondo, Putterri; en la "Tierra Media", Asun y Pilar.

Asun y Pilar en Beoain (1.359), también el 28 de noviembre, al borde.

Bolsas y más

Algunos grandes supermercados tienen una nueva causa: salvar al mundo de los malditos plásticos contaminantes con forma de bolsa. Las campañas no se han atrevido todavía con el clásico “¡La bolsa o la vida!”, pero tiempo al tiempo… Son los mismos supermercados que siembran entre los clientes la bolsa de plástico. Con la gracia del converso sin convertir, ahora algunos hasta hacen publicidad contra las bolsas de plástico, como si por fin hubieran visto el contenido de los estómagos de muchas ballenas muertas o como si estuvieran pasmados ante la imagen de las autopistas de residuos flotantes que recorren los océanos.
(No importa si escribo Carrefour o Eroski).
Pero esta escena sucede en Eroski, el 30 de noviembre. Una mujer con acento extranjero me pregunta con énfasis en la caja:
-¿Y cuántas bolsas quiere?
Por arte de birlibirloque, acaba de trasladar la responsabilidad al cliente, a mí. Ahora, al pagar es como si pasaran lista de las bolsas que necesitarás. Pero..., ¡ja!, saco del bolsillo del pantalón la bolsa doblada con forma triangular. Digo:
-Ninguna.
Sueno comprometido, casi heroico, pero la cajera me sonríe igual que si dijera “cuatro”. Pago con la tarjeta de plástico después de diez minutos de espera en la caja rápida (máximo diez productos). Me vuelvo para mirar la cola tras de mí (mi “ninguna” aún debería resonar en sus conciencias), y contemplo ese gesto pastueño de los que esperan para pagar. El mismo gesto que yo tenía hace siete, cuatro o dos minutos, cuando pasaron con doce, catorce o dieciocho productos por la dichosa caja rápida.
La cajera vuelve a preguntar:
-¿Y cuántas bolsas quiere?
-Tres –dice la señora.
Nos acostumbramos a todo: a las basuras, a las campañas contra las basuras, a la leche de soja (¿transgénica?) y hasta a perder tiempo y hacer cola ¡para pagar! Se olvidó la imagen tópica de las colas de los libérrimos ciudadanos soviéticos. ¡Aquello sí que eran colas!, dirán algunos nostálgicos comunistas, y no estas colas capitalistas de hoy. Y puede que sí… (o que no). De aquellas colas nos sorprendía que volvieran con tres patatas o una remolacha después de horas.
La clave de la cola (con perdón) es un equilibrio dinámico muy complejo entre el tiempo que esperas en el cajero, el precio que pagas por los productos, lo que sacas en la bolsa después de la espera, el valor que concedes a tu tiempo y lo que te espera después del supermercado.
“Lo que te espera…” Que la vida es un ratico, como dice Juanes, ese filósofo contemporáneo.
Esperé diez minutos, pagué menos de cuatro euros, saqué un kilo de bananas en su preceptiva bolsa de plástico, una red de plástico con dos kilos de mandarinas y una barra de pan candeal (antes español) en su bolsa de plástico hábilmente perforada para que el pan caliente no se reblandezca.
¡Valoro tanto mi tiempo! Nada más llegar a casa reemprendí la lectura del último capítulo de Zombi. Guía de supervivencia, pp. 227-304.

P.D.: Confieso que esa bolsa va conmigo en época de setas, porque siempre hay que estar preparado: bolsa y navaja. Ahora tendré que llevarla siempre.