viernes, abril 20, 2012

Camino de Santiago Parte II: De Pieros al alto del Poio (43 km)

Camino de Pieros a Villafranca del Bierzo, el paisaje es una especie de Toscana leonesa, con viñedos (¡viva la uva mencía!), almendros, cerezos, verde primaveral, suaves colinas y poco más de 6 km, contando conejos. Son una plaga, en cada pieza de terreno se ven cinco, seis, ¡una docena! La memoria tiene sus caprichos y una palabra digna de Félix Rodríguez de la Fuente me ronda, pero no me llega. Rebusco. No es mixomatosis, no...
En Villafranca, el chispazo: ¡lagomorfos! Con enajenaciones así pasan los kilómetros, y quiero pensar que es muy saludable. En Villafranca del Bierzo busco con la mirada el ciprés más alto de España (lo veo en lontananza), camino atento a la cantidad de casas solariegas arruinadas y tengo una tentación crítica con el abandono del patrimonio tradicional; pero en la calle de la Concepción, después de salvar el río Burbia, concluyo que en este gran pueblo sí que se respeta lo tradicional.


Unos kilómetros después, cafeteo en Pereje y me embalo dispuesto a devorar un tramo donde predomina el asfalto y el terreno llano, no quiero detenerme hasta Vega de Valcarce. Pero en Trabadelo me entretiene un vehículo con cortina en el radiador (y con una invitación a la lectura LEE (dice entre números en la matrícula).

Cortinilla recogida, para que se ventile el radiador.
Tomo un cafetín en Vega de Valcarce y sigo hasta un poco más allá de Herrerías, en el barrio del Hospital Inglés para detenerme en el Polín. El Polín está repleto de gente almorzando. No me extraña, es barato y ofrece calidad y cantidad. Me conformo con el vinito y la ración generosa de lacón a precio de tapa. A menos de un kilómetro comienza la famosa subida a Cebreiro.
Enseguida la niebla me priva de los paisajes, subo muy rápido. En la iglesia de Cebreiro preparan la Vigilia Pascual. Decido seguir hasta Hospital de la Marquesa. La niebla no deja ver casi nada.

Monumento al peregrino en el alto de San Roque.
En Hospital decido seguir hasta el alto de Poio, total..., la espuela. El alto tiene un par de casas a cada lado de la carretera, poco más, pero en las de la derecha atiende el bar y el albergue la señora Remedios. La conozco desde hace años y ella que, como es normal, no me reconoce, siempre me trata bien. Recuerdo especialmente un invierno, con una nevada que cortó la carretera. Me preparó un bocadillo y un café con leche de agárrate y no te menees. Pero sobre todo, recuerdo cómo se preocupó por mí.
Este Sábado Santo y 7 de abril atiende más su hijo, José Antonio. Ella me dice que está cansada, enferma, no deja de llevarse un pañuelo a la nariz y a los ojos. Sé cuál es su sillón frente a la chimenea. Tres mujeres mayores protestan sin parar por el frío que hace en el albergue anejo al bar. Cuando ella me conduce allí, me dice que se quejan del frío desde el mediodía, pero que se han quedado, que antes estuvo un señor muy educado, que estuvo un rato y se fue. Pero éstas no paran de protestar. El lugar es amplio, con baño y ducha limpios, hay literas, mantas y dos aparatos calefactores. Enchufo uno junto a la litera elegida, en la pantalla digital del aparato aparece la temperatura de la sala: 8,7ºC.
La señora Remedios me pregunta si hace frío. Le digo que no, que no se preocupe, que con dos mantas va que arde.
Las tres mujeres hablan entre ellas en francés, una de ellas se expresa en perfecto castellano. Siguen quejándose. Al final, la señora Remedios las conduce a su casa, encima del bar. Me da de cenar. Y hay un momento en el que se acerca y me acaricia la mejilla. Me contará historias de peregrinos, me dirá que la edad, que la mano izquierda ya no la controla bien por el parkinson, que la artrosis, y no parará quieta. Su hijo trata de contenerla, trata de que trabaje menos, pero no hay manera. Ceno muy bien y duermo solo en una burbuja térmica de 16ºC (de nuevo, según la pantalla digital). El domingo por la mañana, después del desayuno y de pagar, me regala de rondón dos barritas.

P.D.: Éstas que tengo aquí ahora.


2 comentarios:

  1. Te leo y pienso en la diferencia de actitud ante la misma situación. Pienso en lo que se llevarán las tres mujeres francesas a su casa: "nos trataron fatal", "si no nos quejamos, dormímos congeladas", "pagamos y casi nos timan",... Aunque espero que no sea así. Pero sobre todo, pienso en lo que te llevaste tú, y en esa caricia en la mejilla.

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  2. Las dos primeras fotos son propias de una expedición etnográfica, incluso arqueológica.

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