viernes, agosto 24, 2012
Memorias de un tramposo
Encuentro en la lectura de Memorias de un tramposo de Sacha Guitry (San Petersburgo, 1885 - París, 1957) el vínculo con otras lecturas (me dan ganas de añadir rusas: desde Gogol, Bulgákov... hasta los más cercanos Dovlátov, Kurkov, Pelevin...). Es algo que tiene que ver con la escritura rápida de Guitry, que corta a cuchillo los párrafos, tiembla inseguro en las descripciones de tipos, brilla en las paradojas y en los dobles sentidos, alegra la lectura con el adjetivo justo, con inteligencia, con humor y, sobre todo, despliega una voz narrativa que bien merece el calificativo de tramposa. Esta novela con tono de testimonio relata la vida de un tramposo contada por el tramposo mismo, con lo que eso significa: ¿no estará haciendo trampa esa voz desde el principio?
(Alguien escribirá algo de matriuskas.)
La voz narrativa que Guitry pone en boca del tramposo es tan seductora, tan eficaz, que esta novela breve ambientada en el primer tercio del siglo XX puede parecer una exaltación de la fullería vital, pero otra lectura hace pensar en el niño de doce años que pierde en el primer capítulo a su familia por una intoxicación de setas (¡once muertos once! al llegar a la cuarta página, un primer capítulo con un sprint narrativo imposible de mantener); el clásico adoptado infeliz en una familia lejana (esto ya lo dejó resuelto Dickens); el adolescente que sobrevive gracias a su trabajo como botones, y a su picardía...; el parisino de adopción; el deslumbrado por Mónaco (maravillosa descripción sembrada de valoraciones del Principado); el fugaz soldado de la Gran Guerra; el crupier en Mónaco; el tramposo rico; y la caída (lo más bajo para un tramposo): su conversión en jugador.
Un gustazo que conviene agradecer a la editorial Periférica; y a Pilar, que me prestó el libro.
P.D.: Pienso releer El jugador de Dostoievski. Nada que ver.
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