La primera semana de julio había vías primaverales en las cimas del entorno de Ordesa. El 5 subí al Cilindro de Marboré, vi el Lago Helado haciendo honor a su nombre, vi la escalera/huella de la Escupidera y el rosario de montañeros en la nieve. Opté por el Cilindro, una cima
pendiente (nueva para mí). Desde el Lago Helado, hiela por la noche y las pisadas madrugadoras precisan crampones. Tras salvar una pala de nieve (por donde
Lucía y yo nos fijamos años atrás en la pedrera y, sobre todo, en los tipos que bajaban entre risas y alaridos, ¡calzados con unas
Converse!), se llega al pequeño collado entre el tramo final del Cilindro y el Pitón SW, donde ya sobraban los crampones, y se enfrenta una chimenea: II, según
Luis Alejos en
Mendikat; II sup., expuesto, según
Miguel Angulo en
Pirineos III; III, según el mapa
Alpina 3000.
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Perfil de la chimenea del Cilindro (¿II, II+, III?) contra el cielo. |
Cuando yo subía, bajaban tres encordados. En la cima comí pan de molde y la última cuña del queso que me regaló
Gabriel (gracias). Llegaron dos hombres más: uno joven, flaco, bien equipado (el juicio del equipo se resume: buenas botas, buena mochila, buena "chaqueta", cuerdas); el otro, sesenta y pico..., emocionado, sin mochila, con el recuerdo vívido de la cima del año pasado, con el propósito de la cima del año que viene, con ganas de llamar por teléfono. ¿Hay cobertura?
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Cilindro de Marboré. Silbado: "Las hermanas sister", La Trinca. |
El flaco era el guía contratado. Hablé un poco con él. Es un trabajo duro, sí, pero tiene que ser hermoso compartir estos momentos de plenitud con los clientes. Subían desde la Cuta, cinco horas. Yo había subido en tres y cuarto desde Góriz. El cliente hablaba emocionado con la familia.
Bajé por delante de ellos hasta la chimenea, y ahí estaba haciendo el araña cuando el guía me dijo que él iba a instalar una cuerda fija, que si quería echar mano... El cliente bajó rapelando. El guía me dijo después: "Ya tienes la cuerda". Y añadió con elegancia, como para dejarme a mi aire: "Yo me voy a echar una meada". Bajé en un pispás y muy agradecido.
De nuevo en la nieve, pero reblandecida, los crampones eran necesarios, pero la huella de cada pisada se corría, derrapaba en la bajada.
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Monte Perdido y, al pie, el Lago Helado helado fundiéndose al mediodía. |
Cuando me saqué los crampones, más o menos a 2.700 m, me daba pereza bajar. A menudo me pasa esto en las montañas. Me apena dejar el escenario de la altura. Remoloneé hasta el extremo: que se sequen los crampones al sol, recoloco el piolet, voy a ordenar la mochila, un trago de agua, y otro. Dejé que muchos montañeros (aquellas cuentas del rosario matinal en el Monte Perdido) me pasaran. Bajé solo a Góriz.