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Degurixa. Fotografía de Pilar. |
La montaña tiene guías con manías. Unos te llevan a coronar cimas a pesar de su militancia republicana; otros a explorar cuevas y a recitar espeleotemas; otros tienden a la divisiones separatistas (ahí esos que miran el suelo, aquí los que recolectan setas); abundan los mirones de piedras desplazadas (dólmenes, menhires, crómlechs...); piedras desplazadas con suelos consagrados (ermitas), piedras desplazadas, cementadas y guiadas con precisión en el nivel: acueductos y canales...
Cuando
Patxi propuso la depresión como meta...
Asun,
Isabel,
Pilar,
Susana,
Ángel,
Imanol C. y yo lo dejamos casi todo y le seguimos a Degurixa.
Fue el domingo 5 de enero.
Dejamos los coches en Mendiola (Aretxabaleta) y
Patxi ofreció en primer lugar un curso de orientación sobre asfalto y cemento, asociado con una guía nativa (
Arrate). Siempre es complicado conducir un reba..., digo, a un grupo humano numeroso. Llegamos a la cabecera de Urkulu y subimos por la senda encajonada junto al cauce del Arbe, por una preciosa ascensión balizada con pinturas vaticanas (blanco y amarillo). Avanzamos después ante el perfil cercano del Andarto, quizá para reforzar nuestro espíritu de renuncia: ¿lo ves?, ¿ves la cima?; pues no lo subes, ¡hala! (¿Una sabia decisión para evitar el cansancio que provoca añadir un tobogán a la marcha?, ¿influiría que algunos montañeros, incluido el guía, ya habían subido Andarto?). Hubo cueva a modo de refugio para el almuerzo; una cima de
propinol, Arlutz (1.129); un paseo con vistas a Orixol, Anboto, Udalaitx...; y un descenso vertiginoso a Mendiola aprovechando unos caminos recién habilitados con barro por vacas extremadamente hábiles como habilitadoras de barro con sustancia. Y hubo hasta un abrevadero para limpiar las botas y devolver la jugada turbia a las vacas.
La perfección de la depresión (podéis llamarla
poljé).
Volveremos.