El 4 de agosto (2017)
, Patxi y yo subimos al Quayrat desde el refugio de Espingo.
Confieso que en la cima miraba sin empacho Perdiguero, Crabioules, Gourgs Blancs, Gourdon... No sólo eso, ya preparaba mentalmente el ascenso futuro a Hourgade y Lézat. No sé si esa actitud en la montaña es un rasgo de vasquidad, una especie de hambre genética trasladada a las cumbres. Ya se sabe que el vasco es un tipo que, sentado a la mesa de un banquete magnífico, evoca emocionado comidas pasadas y se relame con la posibilidad de las futuras.
En Espingo cenamos sopa de alubias (espesa) con bis, carne guisada con añadidura de arroz, buen queso y natilla (el cuenco no merecía el plural).
Algunos hitos de la jornada pirenaica.
Tenemos añoranza no solo del pasado, sino también del futuro.
ResponderEliminarZorionak. Qué gran e imponente montaña.
Iñaki