domingo, agosto 22, 2021

Antílope

"El antílope llega tarde", oigo que comenta un adolescente a tres colegas vestidos de negro como él, y con las yemas de esos dedos anaranjadas casi rojas como él. No sé por qué, ese antílope cazado al vuelo en la conversación de un banco me inspira confianza. Me digo: este muchacho no solo es el único con raya al medio entre estos ajenos a los cortes de futbolista, además sabe colocar un antílope en la conversación. (¡Salvemos los documentales de La 2!). Me fijo más: los cuatro tienen el mismo color en los labios de los gusanitos (snacks, picoteo) que comen de una bolsa compartida. Los cuatro están sin móviles. Me animo y pienso que alguno hasta podría escribir caligrafía china o escuchar música dodecafónica.

Cuando vuelvo con las compras, siguen en el banco, con las mismas posturas, el tinte en los dedos y las bocas reforzado con otra bolsa de gusanitos colorados. Se acerca a ellos muy despacio otro miembro de la banda, que saluda, esforzado, levantando un poco la mano a la altura del bolsillo del pantalón.

-¡Antílope! -saluda uno.

Y el de la raya en medio ahora es un muchacho con disfaxia, que devora letras, acentos y gusanitos, y comenta refiriéndose al quinto elemento:

-Jo, la 'e le metió a Lope' en to'a la cara. -Sonrisa colorada.

Antílope ya empieza a comer gusanitos.

Y, ¡ay!, me alejo como un adicto de los documentales de naturaleza, con el antílope de la sabana desplazado por la bandada de chova piquirroja (Pyrrhocorax pyrrhocorax), esa que anida en alguna sima solitaria y es tan caprichosa con la comida.

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