domingo, agosto 15, 2021

Territorial

El petirrojo le mira desde el otro lado de la cristalera del ventanal, desafiante. Es un macho territorial, juzga Pedro. Se cree el amo del patio. Un chulito. Recuerda que los petirrojos se tiran al rojo, recorta una cajetilla de tabaco con un rojo como el de la bandera de Japón y lo cuelga de la ventana por el exterior. A veces las trampas dan resultado. ¡Ay! La sacudida contra el cristal le recuerda el impacto de una bola de nieve poco apretada.

Pedro recoge al kamikaze moribundo. Recuerda una lección sencilla: hay que guardar el pájaro en una caja, en las cajas oscuras se obra una especie de milagro y las aves pequeñas se recomponen. Toma una caja de zapatos perfora unos respiraderos y deja que el pajarillo repose dentro quince minutos. Después sale al patio con la caja, el corazón oprimido ante la incertidumbre. Abre la caja sin mirar dentro. El petirrojo no sale. Mira en su interior. Entonces el pájaro levanta el vuelo y se aleja.

Mira hacia la casa y Adri reúne los cinco dedos de su mano derecha hacia arriba y los oscila en ese gesto tan italiano que le pregunta al otro lado del ventanal: ¿pero qué estás haciendo en calzoncillos con una caja de zapatos en el patio común?

Luego llega un mensaje nítido, imperioso:

-¡Vuelve a casa!

Y Pedro sonríe aliviado. Todo está bien.

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