jueves, diciembre 02, 2021

La opción del láser

Qué pasa cuando tienes las gafas descompuestas por el uso, cuando se te deslizan continuamente por el puente de la nariz como si jugaran, traviesas, por un tobogán, y ya contemplas, entre la miopía y la presbicia, la compra de unas bifocales, o progresivas, como dicen ahora. Porque no quieres operarte con láser, porque te la trae al pairo la cuestión estética (con semejante nariz, las gafas salen de la categoría de atrezzo y entran en la maquillaje). Pero ya has calculado y sabes que cuestan dos ojos de la cara. Y estás pendiente de las ofertas en progresivas, que, como todas, se empañan con los cambios de temperatura y te dejan como un topo cada dos por tres en invierno.

Qué pasa, digo, cuando entras a un baño público con la urgencia dictada por la vejiga y no tiras de la bomba para eliminar los sólidos depositados por un cagón anterior, pero, en un gesto de elegancia y urbanidad, levantas la tapa protegido con el último trozo de papel higiénico. (En el gesto, no dudas de tu puntería. ¿Topo? Tal vez..., pero con el pulso de Robin Hood). Y en esa inclinación fatal, las gafas se resbalan (despegan) por la pista de la nariz, y vuelan en picado (manoteo inútil), y se hunden entre otros sólidos.

Y entonces, en medio del naufragio, piensas en el láser como una buena opción, y te dices que es una inversión, porque, al fin y al cabo, ¿cuántas veces se tropieza en la misma piedra?, ¿cuántas veces se pueden caer las gafas en la taza de un váter sucio? La gravedad siempre está ahí, sentencias, y las bifocales, perdón, las progresivas son tan caras.

Tocan a la puerta del baño. Alguien acompaña su apremio con un ruego:

-¡Por favor, por favor, por favor...! -suena una ventosidad quejosa (irreproducible)-. No... puedo... más...

Hay que tomar una decisión.

1 comentario:

  1. Quedan aún esos accesorios que se enganchan a la trasera de las patillas y cuelgan por detrás del cuello; pueden ser cintas o cordel, al gusto del consumidor.

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