lunes, octubre 31, 2005
La dichosa X
¡Las matemáticas son tan útiles...! He olvidado cómo se resolvía una raíz cuadrada, ¿qué será de mi vida?; he olvidado cuál era la derivada del seno, o de la tangente de x (¡ah, la Equis!); he olvidado para qué aprendí qué era una relación inyectiva, o suprayectiva (por ejemplo); he olvidado la seguridad que da en la vida la noción de grupo conmutativo. ¿Derivar e integrar? ¡Qué verbos!
Y seguro que no me llega con saber freír huevos, o con que las manchas de tinta (gracias, Milagros) se quitan con alcohol, o con que las palomas siempre ponen dos huevos, o con cómo se ata un anzuelo (correctamente); o incluso conceptos más teóricos como saber qué es una metáfora, las características del realismo sucio estadounidense, las leyes de la genética a golpe de guisante, que los que lloran serán consolados, la tectónica de placas, el juego del tute en todas sus variantes...
Sé dividir 7 entre 11, me quedé en las ecuaciones con tres incógnitas, en las reglas de tres y en aquel juego de hipotenusas y catetos al cuadrado. La ignorancia se cierne sobre mí.
Apunte nostálgico. ¿Qué nota del colegio miraban en primer lugar los padres? No era Lenguaje, no era la Lengua Extranjera ni la Historia, tampoco el dibujo (disfrazado de Artes Plásticas), la Música o la Educación física. Quedaban cerca las Ciencias Naturales, la Física, la Química. Pero la nota que se miraba con lupa eran esas Matemáticas que tampoco entendían los padres, el martillo golpeador de generaciones tontainas.
Fin del apunte nostálgico. Se hizo, se hace, de la herramienta un todo absoluto. ¡Cuántas horas desperdiciadas! Sí, ya es hora de que alguien lo diga: desperdiciadas. (Resulta que la humanidad no está hecha solamente de ingenieros, físicos, químicos...). A veces pienso que en ese tiempo podría haber aprendido a tocar el violín, a hablar en ruso, alemán y chino. Pero ése es un cálculo matemático, dirán.
Y sí, la equis está donde la señaló el alumno, ¿para qué preguntan algo tan evidente en un examen? Son ganas de enredar.
viernes, octubre 28, 2005
Haya lo que haya
Vivo una larga despedida en Montevideo: termina el curso en la facultad de Comunicación de la Universidad de Montevideo, termina la licenciatura para la primera promoción; terminará pronto mi trabajo aquí.
El término me huele a otoño, a hayedos lejanos y a roales de ilarrakas (Clytocibe nebularis) agusanadas.
En estos días caen las hojas en los grandes hayedos de Quinto Real, de Irati, de Urbasa, del Realengo, también en esa subida al Aizkorri por la cueva de San Adrián... Es el tiempo preciso de las hayas.
Me agrada saber que mi amiga María lo sabe. Eso tranquiliza. Eso mantiene el orden del mundo con más naturalidad que los Lamed Wufnicks (ya no sé si se escribía así) que reseñó Borges en El libro de los seres imaginarios: doce hombres justos que no saben que lo son y mantienen viva la humanidad.
miércoles, octubre 26, 2005
La gripe aviar
lunes, octubre 24, 2005
La mentira de la milanesa
El tópico montevideano dice "la verdad de la milanesa". Renunciaré a las consideraciones sobre la verdad. ¿Alguien preguntó si en Milán saben algo de semejante atribución? En Rusia, por ejemplo, siguen sin noticia de la ensaladilla rusa, a la que llaman olivié (con regusto francés).
En otros lugares a esta milanesa se llama rebozado o empanado.
Es uno de esos elementos constantes del menú uruguayo y, quizá por empacho, muchos creen invento nacional, como el dulce de leche o el arroz con leche... (Sí, es cierto, he escuchado a más de un uruguayo apropiarse del arroz con leche).
Las milanesas pueden ser de carne, de pollo (¿y qué tienen los pollos sino carne?) y de pescado.
La mayor parte de las milanesas suministradas al público en cualquier boliche, restaurante o hasta cantina universitaria entran en dos categorías básicas:
MILANESA ORNI: Objeto Raro No Identificado; bajo la apariencia aceitosa y de pan rallado yace un pedazo de ¿carne? o un misterioso triturado (mejor no saber la procedencia). Generalmente se engaña el paladar y se consuma el castigo del estómago con una ración compañera de fritas (patatas fritas).
MILANESA JAMES BOND: duras, frías y con nervios de acero (como el mítico 007). Y con licencia para matar de indigestión.
Vinculada a la milanesa aparece una de las manifestaciones más recurrentes del amor filial uruguayo: "¡Las milanesas de mi mamá...!".
Y también lleva aparejada la milanesa una de las costumbres más asquerosas que he visto en una cocina: una mujer pasa la milanesa frita por el agua de la canilla (grifo), para que escurra el aceite y engorde menos. ¡Como si el agua disolviera el aceite! Luego se entibia (calienta) en el microondas y todo queda pronto (preparado) para el consumo humano (generalmente masculino).
A veces es mejor ir a comer a un chino.
jueves, octubre 20, 2005
Termina el tiempo del lapacho en flor
El presente en Montevideo es caluroso. Y las flores de lapacho ya caen de los árboles.
No deja de sorprenderme una flor amarilla que brota antes que las hojas con flor de campanilla, y no cinco pétalos como los endrinos o los almendros tempraneros de mi tierra.
(La foto lenta y nocturna es de Rotciv, un espía amante del chorizo asado).
viernes, octubre 14, 2005
No ha llovido en estos días
Hace días que una familia estaba instalada con una carpa, contra un terraplén de césped, al borde del Bulevard Artigas, cerca del cruce de Sarmiento (todo esto en Montevideo).
Los vi en tres ocasiones.
La primera me sorprendieron cuando paseaba y me comía el último de los bizcochos que había comprado de camino a casa, un kilómetro antes, en El Ombú. El dulce de membrillo me dejó mal sabor de boca cuando vi a los niños...
En la segunda ocasión caminaba sin un peso en el bolsillo, y me sentí más incómodo aún. Me hubiera gustado ayudarles, decirles que me parecía ejemplar cómo tenían de limpio el entorno de su carpa de plástico, que... Mejor no decir nada.
En la tercera ocasión caminaba con mucha prisa, llevaba el dinero justo para pagar a la señora Marta el alquiler de mi piso. Ésa fue la peor pasada, con el fajo de billetes en el bolsillo.
Hoy no estaban. En la farola donde ataban la mayor parte del toldo hay un cartel donde se puede leer:
Winston es un negro joven con cierto aire de Denzel Washington, y deja que Lurdes, la mujer, firme delante. Stefane, Papo, Ale y Lucas son sus hijos, los niños felices y educados que han vivido una semana entre plásticos, en la calle.
No puedo sacarme de la cabeza el afán de la mujer por mantener el aire de un hogar en plena calle. No puedo sacarme de la cabeza la estampa de Winston, sentado con la mirada ausente y las palmas de la manos juntas como si rezara.
Ahora sé sus nombres, y ahora también sé por qué no ha llovido en estos días.
Los vi en tres ocasiones.
La primera me sorprendieron cuando paseaba y me comía el último de los bizcochos que había comprado de camino a casa, un kilómetro antes, en El Ombú. El dulce de membrillo me dejó mal sabor de boca cuando vi a los niños...
En la segunda ocasión caminaba sin un peso en el bolsillo, y me sentí más incómodo aún. Me hubiera gustado ayudarles, decirles que me parecía ejemplar cómo tenían de limpio el entorno de su carpa de plástico, que... Mejor no decir nada.
En la tercera ocasión caminaba con mucha prisa, llevaba el dinero justo para pagar a la señora Marta el alquiler de mi piso. Ésa fue la peor pasada, con el fajo de billetes en el bolsillo.
Hoy no estaban. En la farola donde ataban la mayor parte del toldo hay un cartel donde se puede leer:
GRACIAS A TODOS POR AYUDARNOS
CONSEGUIMOS CASA
LURDES WINSTON
STEFANE. PAPO. ALE. LUCAS.
No puedo sacarme de la cabeza el afán de la mujer por mantener el aire de un hogar en plena calle. No puedo sacarme de la cabeza la estampa de Winston, sentado con la mirada ausente y las palmas de la manos juntas como si rezara.
Ahora sé sus nombres, y ahora también sé por qué no ha llovido en estos días.
martes, octubre 11, 2005
Setas de cardo
Estoy a miles de kilómetros de donde pasearía en busca de esas setas marrones de la España seca; las hay claras, casi rubias..., pero mi padre y yo preferimos las negras y gruesas.
La seta de cardo, Pleurotus eryngii. Tiene un apellido que recuerda una palabra que sacaron del último diccionario: eringe.
La seta de cardo nace de la raíz del cardo corredor, que ya en otoño muchas veces no se ve, voló reseco.
El domingo 9 de octubre, sabedor del ciclo lunar y de la posibilidad del comienzo de la temporada, me comí un bote de setas de cardo con ajos tiernos que conservaba para una ocasión memorable. Me acompañaron Gonzalo y Sebastián, y tres huevos para cuajar el revuelto. Un placer.
lunes, octubre 03, 2005
¡Que vienen los suecos!
Desde hace años apuesto por unos favoritos para obtener el Nobel de Literatura (mis candidatos, no los de la Academia) y así me va...
Apuesto de nuevo (y con tiempo) para el 2005.
Por fidelidad, elegiré a (1) McCarthy para volver a perder.
Además, y con la corriente a favor:
2. Tranströmer. Su poesía es de lo mejor entre los vivos, y me gustan sus jerséis. Muy sueco.
3. Kapuscinski. El rarito: con un pie en la literatura y otro en el periodismo. Y si no se dan prisa tendrá los dos pies en el cajón, porque ya es viejito. Satisfacción para las oenegés.
4. Roth. El serio, el que habla de cosas importantes. Patrimonio.
Prometo un duelo terrible si le conceden el galardón al ínclito Vargas Llosa. Una semana sin comer huevos, por ejemplo. Mi hígado no lo soportaría.
Además de las apuestas y de la promesa, pregunto: ¿a qué autor ya difunto concedería usted un Nobel? Puede elaborar una lista. Ahí van mis cinco opciones: Capek, Bulgákov, Cheever, Dovlátov y Cortázar.
Apuesto de nuevo (y con tiempo) para el 2005.
Por fidelidad, elegiré a (1) McCarthy para volver a perder.
Además, y con la corriente a favor:
2. Tranströmer. Su poesía es de lo mejor entre los vivos, y me gustan sus jerséis. Muy sueco.
3. Kapuscinski. El rarito: con un pie en la literatura y otro en el periodismo. Y si no se dan prisa tendrá los dos pies en el cajón, porque ya es viejito. Satisfacción para las oenegés.
4. Roth. El serio, el que habla de cosas importantes. Patrimonio.
Prometo un duelo terrible si le conceden el galardón al ínclito Vargas Llosa. Una semana sin comer huevos, por ejemplo. Mi hígado no lo soportaría.
Además de las apuestas y de la promesa, pregunto: ¿a qué autor ya difunto concedería usted un Nobel? Puede elaborar una lista. Ahí van mis cinco opciones: Capek, Bulgákov, Cheever, Dovlátov y Cortázar.