El verbo prometer sólo se usa ya como Dios manda en vez de jurar (“juro por mi conciencia y honor cumplir y hacer cumplir…”, o “…decir la verdad y nada más que la verdad”). Suena arcaico, ¿a que sí? El sustantivo, la promesa, ha quedado desfasado en tiempos de contratos, “copirraigs” y teléfonos móviles/celulares.
Pensad cuándo pronunciasteis esa palabra (promesa) por última vez, no quiero provocar invocando cuándo cumplisteis con ella.
¿Y qué decir del prometido?
"Lo prometido es deuda", dice el refrán. Que es casi como mi definición favorita de la física: “Frío es la ausencia de calor” (ahí queda eso, ya te puedes abrigar o ampararte en las sensaciones térmicas). ¿Deuda? Caca, caca, eso no se toca, niño, y más (menos, quiero decir) en tiempo de crisis. Nada de deuda, nada de promesas.
El prometido o prometida es la encarnación de la palabra (la deuda, el arcaísmo…). ¿Y cómo puede encarnarse precisamente esa promesa en un prometido, en una prometida? ¿Pueden coincidir prometido y prometida en las mismas coordenas de tiempo y espacio? ¿Existe la media naranja? ¿Y el medio limón?
Hay gente que promete, que se compromete; hay prometidos.
Soy un rancio, lo sé, pero me gusta: prometido.
P.D.: En la imagen, de Asun, flores verdes.
miércoles, julio 29, 2009
lunes, julio 27, 2009
Es la guapura, imbécil
La imagen se llama La espera, y su autor, Sergio, tiene un blog excelente.
A veces se nos olvidan los valores que mueven la sociedad occidental contemporánea. Y si Clinton tenía colgado un cartelito en el Despacho Oval: “Es la economía, imbécil”, ayer una abuela me recordó otro de esos valores fundamentales. Se paró frente a otra abuela con nieta (unos 15 años, la nieta):
-¡Ay, pero qué guapa estás! –dijo la abuela a la nieta de la otra.
-Sí, es verdad -coincidió la abuela con nieta.
La nieta sonrió torpemente herida por el aparato dental.
Las abuelas no hablaron, por ejemplo, de su bondad. Alabaron su guapura (lindura). Y, hay que decirlo, la chica era un retaco, gorda, bizca como Sabrina Boysboysboings y con esa sonrisa que…: un adefesio. Se me replicará que las abuelas sufren una deformación visual e inoperable que les hace ver guapas a las nietas propias y ajenas simplemente con la condición de que crezcan, de que se hagan mujeres. Pero el problema también se da con los nietos de sexo masculino, y se extiende entre los padres, sobre todo con sus bebés.
-Es el bebé más guapo del mundo.
-¿Has visto alguna vez un bebé más guapo? –dice papá o mamá y señala a esa especie de Chucky.
(Y me vienen a la cabeza 324 bebés más guapos, porque he visto pocos).
En ambos casos (ya sumamos abuelos y padres) se habla de lo que interesa, se ha escogido la guapura. Eso ya sería suficiente para comprender qué interesa a un importante porcentaje de la población confundida con la guapura. ¿Y los jóvenes? Esos rebeldes, en cambio, se fijan en el carácter, en la bondad de los otros (espero que se advierta el matiz irónico). En un mundo de ciudadanos solitarios que miran, la guapura es el canon hasta que nos acercamos y sabemos qué quieren tomar, de qué signo del zodíaco (clásico, chino y azteca) son y qué música les gusta.
Y los jóvenes, ¡esos rebeldes!, dicen:
-Es un buen chico (es feo).
-Es una chica buenísima (fea y gorda)
Desde pequeños vivimos persuadidos, preocupados por parecer más guapos. Enciendo la televisión. Publicidad. Las pomadas anticelulíticas engañan con la reducción de centímetros que no vas a reducir, te prometen guapura con cuerpos de mujercitas de dibujos animados manga. En tiempos de “crecimiento económico negativo”, se ve cómo baja la publicidad de la televisión. Callan muchos grandes anunciantes habituales, pero se mantienen las mascarillas limpieza de cutis, las cremas hidratantes, los pintalabios, la sombra de ojos, el megachampú que te deja las puntas como cables de fibra óptica, o las fibras para cagar y liberarte del abdomen abultado… En igualdad de condiciones deportivas, los mejores futbolistas (o los mejor pagados) son los más guapos. Apago la televisión.
Así que hoy, en vez de ir a la playa, he decidido visitar el amago de estación de autobuses y la Estación del Norte (tren) en San Sebastián para buscar la excepción. En las estaciones se respira el ambiente de Rick/Humphrey (exento de cualquier guapura; ved Casablanca, no os arrepentiréis). Las estaciones (de tren, de autobús, de metro), los aeropuertos, los puertos y hasta las paradas de taxi son lugares para la belleza, que no significa lo mismo que la guapura. Las de tren, quiero pensar que gracias a Rick/Humphrey, son lo más para ver dos singulares marcas de la belleza: la despedida y el recibimiento. Hay, incluso, instrucciones para decir adiós relacionadas con las estaciones. Saquemos el sonido (sirenas, llamadas a los pasajeros, músicos callejeros, motores…) y veamos las escenas de las personas en absoluto silencio. Invitan a componer música, a confiar en el amor y a ponerse en la mirada de otros; y a comprender que la gente es más bella en las estaciones: cómo se abrazan (hola o adiós), cómo se besan, cómo se miran…
Hacen falta más estaciones.
jueves, julio 23, 2009
"Volveré" (a los Infiernos)
Patxi en la marmolera, donde, en 2001, sólo pensaba en el mármol que cubriría a los despeñados por ahí...
Asun agitó los brazos en la cima central. No quiso saber nada de las corrientes de convección...
Cresteando. Al fondo se dibuja el perfil del Midi Ossau.
Cresteando. Al fondo, el Balaitús.
El martes 21 de julio volví a los Infiernos. Dante me disculpará, pero son tres: Occidental, Central y Oriental. Y no se baja a los Infiernos sino después de ascender. Subí en 2001 con Patxi y Lucía; subí en 2008 con mi padre. En esta ocasión subimos Asun, Karmele, Patxi y yo. Bajé en las tres ocasiones.
Con el descenso de los Infiernos terminó la seguidilla montañera en las que he pasado una semana feliz con amigos, con hitos modestos (Entrepuertos o San Andrés) o tresmileros como el Tallón o Vignemales varios (Cerbillona, Central, Pitón Carré…).
Ya avisé hace días que en las montañas se agazapan (y saltan) pensamientos filosóficos. Así que permitidme, ya que regreso de los Infiernos, una tontería: “Volveré”.
Ayer, cuando comía fresas silvestres y las primeras frambuesas de la temporada en la llegada a la represa de la Sarra, pensé en que la dichosa frase más repetida del cine, “Vámonos de aquí”, tiene su réplica en el grave “Volveré” (acordaos de Terminator). El “Volveré” es eminentemente masculino. Las mujeres apenas dicen “Volveré” en el cine, eso queda para el macho machote, para el que se va. Ellas se quedan. Quizá por eso, en el cine, el hogar debería ser femenino, como la casa.
Asun agitó los brazos en la cima central. No quiso saber nada de las corrientes de convección...
Cresteando. Al fondo se dibuja el perfil del Midi Ossau.
Cresteando. Al fondo, el Balaitús.
El martes 21 de julio volví a los Infiernos. Dante me disculpará, pero son tres: Occidental, Central y Oriental. Y no se baja a los Infiernos sino después de ascender. Subí en 2001 con Patxi y Lucía; subí en 2008 con mi padre. En esta ocasión subimos Asun, Karmele, Patxi y yo. Bajé en las tres ocasiones.
Con el descenso de los Infiernos terminó la seguidilla montañera en las que he pasado una semana feliz con amigos, con hitos modestos (Entrepuertos o San Andrés) o tresmileros como el Tallón o Vignemales varios (Cerbillona, Central, Pitón Carré…).
Ya avisé hace días que en las montañas se agazapan (y saltan) pensamientos filosóficos. Así que permitidme, ya que regreso de los Infiernos, una tontería: “Volveré”.
Ayer, cuando comía fresas silvestres y las primeras frambuesas de la temporada en la llegada a la represa de la Sarra, pensé en que la dichosa frase más repetida del cine, “Vámonos de aquí”, tiene su réplica en el grave “Volveré” (acordaos de Terminator). El “Volveré” es eminentemente masculino. Las mujeres apenas dicen “Volveré” en el cine, eso queda para el macho machote, para el que se va. Ellas se quedan. Quizá por eso, en el cine, el hogar debería ser femenino, como la casa.
martes, julio 14, 2009
Inocencia
No sé qué vocación se resuelve sacando de paseo a un tullido, pero a ella todo le parece estupendo: la silla de ruedas, la manta escocesa sobre mis rodillas, esta hora de trabajo por la que no va a cobrar, la excursión por la Ciudadela, el airecillo de la tarde. Se llama Federica, pero quiere que le llame Fede.
-Es un nombre de mensajería… –le digo para fastidiar.
-¡Uy, qué gracioso es usted! –exclama sin ironía.
Conduce mi silla y comenta el paisaje. La hierba le gusta mucho.
-¡Qué bonita está la hierba!, ¿no le parece, Jorge?
-La hierba es así…
-Me gusta pisar la hierba descalza, ¿le importa si me quito los zapatos, Jorge?
-Sí, Federica.
-¿Que sí que le importa o que sí que me los quite?
Me desarma.
-No…, que hagas lo que quieras.
-Pues no me los quito -y sonríe rotunda.
No sé por qué, pero respiro aliviado. No es común que una cuidadora se descalce, así sin más. No me había pasado nunca.
-¿Y qué hacía cuando podía caminar?
-¿Eh? Caminaba… –le digo atónito, y es curioso, porque su pregunta no me ofende-. Incluso subía y bajaba, no sólo llaneaba. Era montañero.
-Y si tuviera que caminar, otra vez más, aunque sólo fuera una, ¿por dónde caminaría?
Estoy confundido, pero su falta de tacto me ha tocado la fibra sensible. Trato de ganar tiempo:
-Federica, ¿así te han enseñado en Enfermería a tratar a los pacientes? A ver, querida, no puedo mover las piernas. No conviene que charlemos del asunto, a lo mejor me frustro y me deprimo.
-No creo, Jorge.
Definitivamente, esta muchacha es una optimista a toda prueba.
-Yo puedo moverlas un poco por usted.
-¿Qué?
-Las piernas.
Y vaya que si puede, me aparca en el camino entre las praderas y da un par de vueltas alrededor de la silla de ruedas, con pasos de ballet.
-Jorge, yo camino mucho, es bueno para perder peso, ¿no le parece que estoy un poco gorda?
-¿Gorda? No, estás un poco desquiciada.
-¡Ja! Cuando me case y tenga hijos, voy a aprovechar para comer todo lo que me gusta.
-Elegiría una pradera de montaña, en los Pirineos –la interrumpo.
-¡Qué bonito!
-Sí, una vieja pradera en primavera, con perrechicos.
-¿Qué son los perrochicos?
-Setas.
-Jorge, ya sé... Usted se queda aquí y me mira. Voy hasta allá -señala algún lugar-, y vuelvo. Camino un poco por usted y me fijo si hay perrochicos, ¿qué le parece?
Me parece que este césped nunca tendrá perrechicos, que me ha tocado una enfermera de prácticas loca, que… Y, al tiempo, me gusta que sea así. No le digo que no hay perrechicos en los jardines ni le explico en qué consiste una pradera vieja. Para qué. La dejaré, a lo mejor encuentra un champiñón. No sé por qué, pero estoy convencido de que es bueno que pasee y que mire la hierba.
-Me parece bien, Fede.
Ella se aleja con pasos largos, mira a derecha e izquierda.
-Es un nombre de mensajería… –le digo para fastidiar.
-¡Uy, qué gracioso es usted! –exclama sin ironía.
Conduce mi silla y comenta el paisaje. La hierba le gusta mucho.
-¡Qué bonita está la hierba!, ¿no le parece, Jorge?
-La hierba es así…
-Me gusta pisar la hierba descalza, ¿le importa si me quito los zapatos, Jorge?
-Sí, Federica.
-¿Que sí que le importa o que sí que me los quite?
Me desarma.
-No…, que hagas lo que quieras.
-Pues no me los quito -y sonríe rotunda.
No sé por qué, pero respiro aliviado. No es común que una cuidadora se descalce, así sin más. No me había pasado nunca.
-¿Y qué hacía cuando podía caminar?
-¿Eh? Caminaba… –le digo atónito, y es curioso, porque su pregunta no me ofende-. Incluso subía y bajaba, no sólo llaneaba. Era montañero.
-Y si tuviera que caminar, otra vez más, aunque sólo fuera una, ¿por dónde caminaría?
Estoy confundido, pero su falta de tacto me ha tocado la fibra sensible. Trato de ganar tiempo:
-Federica, ¿así te han enseñado en Enfermería a tratar a los pacientes? A ver, querida, no puedo mover las piernas. No conviene que charlemos del asunto, a lo mejor me frustro y me deprimo.
-No creo, Jorge.
Definitivamente, esta muchacha es una optimista a toda prueba.
-Yo puedo moverlas un poco por usted.
-¿Qué?
-Las piernas.
Y vaya que si puede, me aparca en el camino entre las praderas y da un par de vueltas alrededor de la silla de ruedas, con pasos de ballet.
-Jorge, yo camino mucho, es bueno para perder peso, ¿no le parece que estoy un poco gorda?
-¿Gorda? No, estás un poco desquiciada.
-¡Ja! Cuando me case y tenga hijos, voy a aprovechar para comer todo lo que me gusta.
-Elegiría una pradera de montaña, en los Pirineos –la interrumpo.
-¡Qué bonito!
-Sí, una vieja pradera en primavera, con perrechicos.
-¿Qué son los perrochicos?
-Setas.
-Jorge, ya sé... Usted se queda aquí y me mira. Voy hasta allá -señala algún lugar-, y vuelvo. Camino un poco por usted y me fijo si hay perrochicos, ¿qué le parece?
Me parece que este césped nunca tendrá perrechicos, que me ha tocado una enfermera de prácticas loca, que… Y, al tiempo, me gusta que sea así. No le digo que no hay perrechicos en los jardines ni le explico en qué consiste una pradera vieja. Para qué. La dejaré, a lo mejor encuentra un champiñón. No sé por qué, pero estoy convencido de que es bueno que pasee y que mire la hierba.
-Me parece bien, Fede.
Ella se aleja con pasos largos, mira a derecha e izquierda.
Parque de Ordesa y Monte Perdido II
El viernes 3 de julio, Asun y yo subimos a Monte Perdido (3.354), “la cima calcárea más alta de Europa Occidental”. Recordé cuando mi abuela materna decía a mi abuelo, abusando del refranero: “Ningún perdido se pierde”. La cima estaba perdida en la niebla y nos movimos como los gorilas en la ídem. La bajada hasta el refugio de Góriz, primero, y hasta la pradera y parking de Ordesa, después, sumó 2.000 metros de desnivel.
La abuela también le decía al abuelo (artista en el arte de la escapadilla): “El buey suelto bien se lame”.
P.D.: La fotografía es de Asun, con el don de la bilocación.
jueves, julio 09, 2009
Parque de Ordesa y Monte Perdido I
Tensión de antebrazos en las clavijas.
Empieza el recorrido por la Faja de las Flores.
Asun en la cima de Descargador. Al fondo la Brecha de Roldán y el Casco.
Detrás de todo montañero se agazapa un filósofo. Es curioso que una afición que anima a subir para bajar (como se ve con simpleza desde el llano urbanita), que acelera el corazón, que exprime los músculos de las piernas, que… anime la comprensión de la realidad. Mejor todavía: Realidad.
El jueves 2 de julio, Asun y yo subimos primero al autobús (obligatorio) de Vilor en Torla y, de camino al Parking de Ordesa, oímos el mantra de la cinta cinco veces: el parque de Ordesa y Monte Perdido se fundó en 1918..., las hayas hermanadas con los abetos... (siempre hay poetas ocultos), el macizo calcáreo más alto de Europa Occidental (obsérvese el carácter discriminador de los adjetivos). Ya en tierra, retrocedimos por la carretera hasta la casa Olivan, desde donde la senda zigzaguea hasta la rinconada de Carriata. Fue una subida sauna, sudamos a chorros. Las clavijas ponen la emoción vertical y prueban la fuerza de las manos, aunque la máxima no engaña: se escala con los pies.
Un poco más y llegamos a la Faja de las Flores: una cornisa para filósofos, donde es imposible no pisar algún edelweiss. Bajamos hacia una llanada de caliza en el karst. Pasamos junto a un refugio de piedra con techo de piedra, macizos de nomeolvides, marmotas descaradas (latinajo: Marmota marmota) y rebaños dispersos de sarrios. Ascendimos el Descargador (2.617). Y luego, desde el collado de Millaris, bajamos al refugio de Góriz.
Diez horas para la filosofía.
Cenamos al lado de Oinatz Bengoetxea, pelotari de Leiza. Llegamos a la conclusión de que en Leiza no hay montañas, sino monte.
P.D.: Oímos durante mucho tiempo el helicóptero de la Guardia Civil. Ese ruido me produce una sensación encontrada. Por un lado, me alegro: los servicios de rescate llegan… Por otro lado, pienso en la posible gravedad del accidentado. Supimos que era la búsqueda de una mujer desaparecida cerca del cañón de Añisclo. Ayer me enteré de que ¡11 días después de su pérdida!, habían rescatado a la señora sana y salva. Había hecho una dieta de hierbas y agua.
Empieza el recorrido por la Faja de las Flores.
Asun en la cima de Descargador. Al fondo la Brecha de Roldán y el Casco.
Detrás de todo montañero se agazapa un filósofo. Es curioso que una afición que anima a subir para bajar (como se ve con simpleza desde el llano urbanita), que acelera el corazón, que exprime los músculos de las piernas, que… anime la comprensión de la realidad. Mejor todavía: Realidad.
El jueves 2 de julio, Asun y yo subimos primero al autobús (obligatorio) de Vilor en Torla y, de camino al Parking de Ordesa, oímos el mantra de la cinta cinco veces: el parque de Ordesa y Monte Perdido se fundó en 1918..., las hayas hermanadas con los abetos... (siempre hay poetas ocultos), el macizo calcáreo más alto de Europa Occidental (obsérvese el carácter discriminador de los adjetivos). Ya en tierra, retrocedimos por la carretera hasta la casa Olivan, desde donde la senda zigzaguea hasta la rinconada de Carriata. Fue una subida sauna, sudamos a chorros. Las clavijas ponen la emoción vertical y prueban la fuerza de las manos, aunque la máxima no engaña: se escala con los pies.
Un poco más y llegamos a la Faja de las Flores: una cornisa para filósofos, donde es imposible no pisar algún edelweiss. Bajamos hacia una llanada de caliza en el karst. Pasamos junto a un refugio de piedra con techo de piedra, macizos de nomeolvides, marmotas descaradas (latinajo: Marmota marmota) y rebaños dispersos de sarrios. Ascendimos el Descargador (2.617). Y luego, desde el collado de Millaris, bajamos al refugio de Góriz.
Diez horas para la filosofía.
Cenamos al lado de Oinatz Bengoetxea, pelotari de Leiza. Llegamos a la conclusión de que en Leiza no hay montañas, sino monte.
P.D.: Oímos durante mucho tiempo el helicóptero de la Guardia Civil. Ese ruido me produce una sensación encontrada. Por un lado, me alegro: los servicios de rescate llegan… Por otro lado, pienso en la posible gravedad del accidentado. Supimos que era la búsqueda de una mujer desaparecida cerca del cañón de Añisclo. Ayer me enteré de que ¡11 días después de su pérdida!, habían rescatado a la señora sana y salva. Había hecho una dieta de hierbas y agua.
miércoles, julio 08, 2009
Musales (2.654)
Junto a la represa de Respumoso.
Sobre los ibones helados. Al fondo la Cresta del Diablo.
La muchachada triunfante en la cima de Musales.
Descenso de la cima al collado de Musales.
El domingo 28 de junio subimos Musales. Fuimos una tropa (diez) así que me ahorro las negritas. Escribiré, parafraseando de refilón a Churchill, que estábamos los que éramos y éramos los que estábamos. Musales ofrece hermosos paisajes sin dificultades excesivas. Ascendimos desde la represa de la Sarra (1.438), por el hermoso camino que remonta el río Aguas Limpias, balizado con las pinturas blancas y rojas de la GR11. Cerca de la ermita de la presa de Respumoso (2.121), cruzamos por el dique y ascendimos por la ladera de Musales hasta el collado homónimo. Desde allí, el último empujón hasta la cima. Descendimos por la vertiente sudoeste, paramos en Ibonciecho para remojarnos los pies y tomamos todos los atajos por el barranco de Sanchacollons, hasta el dique de la Sarra.
Sobre los ibones helados. Al fondo la Cresta del Diablo.
La muchachada triunfante en la cima de Musales.
Descenso de la cima al collado de Musales.
El domingo 28 de junio subimos Musales. Fuimos una tropa (diez) así que me ahorro las negritas. Escribiré, parafraseando de refilón a Churchill, que estábamos los que éramos y éramos los que estábamos. Musales ofrece hermosos paisajes sin dificultades excesivas. Ascendimos desde la represa de la Sarra (1.438), por el hermoso camino que remonta el río Aguas Limpias, balizado con las pinturas blancas y rojas de la GR11. Cerca de la ermita de la presa de Respumoso (2.121), cruzamos por el dique y ascendimos por la ladera de Musales hasta el collado homónimo. Desde allí, el último empujón hasta la cima. Descendimos por la vertiente sudoeste, paramos en Ibonciecho para remojarnos los pies y tomamos todos los atajos por el barranco de Sanchacollons, hasta el dique de la Sarra.
lunes, julio 06, 2009
Y aún dicen que el Midi Ossau es duro...
La aproximación. Valerosa.
"Chimeneando" en la tercera dificultad de la ascensión.
Se respira la tensión femenina en la cima.
Fue el sábado 27 de junio. Asun, Karmele, Lourdes, Pilar, Ángel y yo subimos a Midi Ossau (2.884).
P.D.: Entrada nº 666 de este blog.
"Chimeneando" en la tercera dificultad de la ascensión.
Se respira la tensión femenina en la cima.
Fue el sábado 27 de junio. Asun, Karmele, Lourdes, Pilar, Ángel y yo subimos a Midi Ossau (2.884).
P.D.: Entrada nº 666 de este blog.