sábado, diciembre 24, 2005

Navidad despejada

Este año tenemos en la famila dos nacimientos: el de toda la vida y otro diminuto y uruguayo, resguardado en una calabaza seca. Creo que una familia puede darse el lujo de dos y hasta tres nacimientos en un hogar, pero nunca perdonaré papanoeles ni abetos (los de plástico me repugnan hasta la náusea).
En casa, hemos preparado una Navidad despejada, porque mi papá y yo fuimos dos días antes a los Pirineos nevados para desfogarnos. Nos metimos el Annie y el Petretxema, entre pecho y mochila, en dos jornadas sin nubes.
Como no voy a poner aquí las fotos luminosas de nieve, hielo y montañeros emocionados, quiero hacer partícipes a cuantos lean esta página de esa de esa intensidad a la que se pueden acercar esta noche en su propio hogar, sin hacer el cabraloca (como necesitan los Pérez, padre e hijo). Basta una cena en familia.
Esta es una noche más que propicia para reiterar la bendición que Antonio y yo dábamos a los alimentos calientes (los fríos, excepto el buen jamón serrano, no se bendicen en nuestra tradición devoradora):

"El niño Jesús,
que nació en Belén,
bendiga estos alimentos
y a nosotros también".

Eso mismo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Bien por el nacimiento oriental, metido en un zapallo (que por estos pagos no se cultivan calabazas, sino zapallos, zapallitos, plantas de mate, "cosos"...)y por la bendición, que falta nos hace, también ahí.
La trepada padre-hijo a los montes subraya el mérito de cuatro años de imposibilidad física de hacerlo... Allá arriba (no en la montaña, sino más arriba aún), te lo tendrán en cuenta. ¡Bien!
Ilprete.

Anónimo dijo...

Antonio, Antonio. Mañana, a las 13.00, en "Casa Huertica" de Callosa entonaremos una bendición semejante. Un manjar exquisito que no se estila mucho por tu Norte (vasco-navarro) ni por tu Sur (uruguayo): la paella de verduras.
Lo mejor, la compañía, viejos cadáveres: Antonio, Joe, Carver y quien escribe.
Aprovechará.