
Estoy aburrido de que la gente diga tonterías de
Hergé. A mí me encanta su línea precisa (disfruto lo contrario en Corto Maltés de
Hugo Pratt); me gusta el capitán Haddock, que fuma en pipa y chupa alcohol como un campeón; me gusta que Milú hable; me gusta que Tintín sea bueno y que todas las comas de los diálogos estén tan bien puestas.
La opción es bajar de la montaña con el guía, Tharkey, o seguir cumbre arriba solos: Haddock, Milú y Tintín.
Haddok: -¿qué qué estoy haciendo? Marcharme con Tharkey, eso es todo.
Tintín:-Pero si estaba de acuerdo…
H: -Puede, pero cambié de idea… Seguir así, sin guía, es una verdadera locura.
No pienso dejar aquí mis huesos.
T: -¡Eh, espere!
T:-¿Quiere darme el frasco de coñac que está en la bolsa de atrás? Tengo frío, y un traguito me iría bien.
H: -¿Coñac? ¿Aún te queda coñac a ti?
T: -¡Oh! Sólo una botellita de reserva. ¿Quiere usted un poco?
H: -¿Qué si quiero? Eso no se pregunta.
GLU, GLU.
H: -¡Anda, la he vaciado!
T: -Y yo, ¿qué…?
H: -¡Eh, no importa! El alcohol es muy malo para los jóvenes como tú. Es un verdadero veneno. Créeme, Tintín, la abstinencia es lo mejor. Vamos a reunirnos con Tharkey.
T: -En el fondo tiene usted razón en seguir a Tharkey. Vale más capitular. Es más prudente. El riesgo es demasiado. Empezando por el yeti… y no importa que él se dé cuenta de que le tenemos miedo…
H: ¿QUÉ?
H: ¿Miedo? ¿Yo? ¿De quién? ¿M-m-miedo del ye-ye-yeti? ¡Media vuelta, muchacho! ¡Media vuelta en seguida! ¡Mil r-r-rayos!
“¡Y viva el coñac!”, piensa Tintín.
H: -¡Conque miedo! Voy a enseñarle a ese espantajo q-q-quién soy yo.
T: -No corra.
La foto comparte con Tintín el espíritu de las grandes alturas.
Nevaba en Mandoegi.
Y gracias a
Patxi, el hombre de rojo, parece que estamos 5.000 metros más arriba. Nadie da altura a las fotografías como
Patxi.