
Vivo en la indefinición. ¿
Inmóvil,
incelular,
inmovible,
amóvil,
acelular,
amovible,
movilfobo,
celularfobo...? Pero no inamovible, inconexo, o anacrónico. Mucha gente se piensa que no tengo ese telefonito por cabezón (testarrudo inamovible), que donde dije digo jamás diré Diego, o
Vicky De León. Pero no traslado mi espíritu de rinoceronte a la telefonía. Es muy simple, aunque parece difícil de entender: no me gusta hablar por teléfono, sea fijo, móvil o movedizo. Tampoco me gustan las aceitunas o
Sabina, ¿y?
Me hacen reír quienes me insisten con el cuento de que hay que estar conectado con los avances tecnológicos. (Léase: avance tecnológico equivale a telefonito). Esos meticones suelen ser los nuevos conversos. Imaginadlos a galope tendido. ¡Zaca! Caen del caballo y oyen un ¡pirubirú!, o la melodía de
El Padrino, o el himno del Barça, o... ¡O sienten una perturbadora vibración! Y del otro lado suena la voz melosa de la divina teleoperadora: “¿Por qué no le llamas?”.
(Versión telefónica del “¿Por qué me persigues?”).
Y llaman a cualquiera, a cualquier hora, por cualquier motivo.
Gracias a esos telefonitos, escucho conversaciones ajenas de todo tipo. Eso me desagrada, porque tengo un concepto casi geográfico y amurallado de la intimidad. Además, los reconectados gozan el derecho de interrumpirte en cualquier momento: en un funeral, en el cine, en un concierto... O en una conversación amable:
-Perdona, tengo una llamada.
En esos casos siento la tentación de decir: “Perdona, adiós”.
¿La sorpresilla de saber quién puede llamar ofrece más atractivo que nuestra conversación? Tal vez... ¿La magia radica en el “qué”? No sé... Apuesto a que la frase más repetida al telefonito es:
¿Quéstáshaciendo? (Que conste, para mí es mala educación).
Yo los respeto, respeto, por ejemplo, que se prefiera hablar con alguien sin presencia corpórea. Y soporto como un tótem las interrupciones. Pero ellos me señalan como anacronismo cabezón. Claro, si tuviera un móvil/celular, yo podría llamar a alguien mientras el que acaba de abandonar nuestra conversación explica por telefonito
loquestabahaciendo:
-Nada, aquí, hablando con...
Nada.
Y qué decir cuando leo en los labios que un
sinsustancia exhala a otro:
Tedejadounmensaje (en el buzón de voz, o de texto).
-Ah..., bueno, es que
...................................................... [Rellena la línea de puntos con la excusa por la cual no lo leíste o escuchaste]. Luego, lo ortodoxo es un:
Yalovoyaescuchar/leer.
Aún espero que alguien responda lo correcto?: "¿Y por qué no me lo cuentas ahora, idiota?".
Donde escribo “idiota”, también podrían figurar con eficacia y propiedad “cretino” e “imbécil”; siempre he dicho que, en los tres casos, hay que silabear con calma. Pero no tengo móvil/celular para disfrutar.
¿Para qué quiero el móvil/celular?, ¿para mi satisfacción o para la suya? Como ellos tienen móvil, insisten en que yo lo tenga. Debo estar conectado, localizable para ellos. Tengo que sujetarme al tiempo ajeno (caprichoso por definición). Y disponer de mi tiempo, estar ilocalizable, es un rasgo de la libertad, un privilegio. Me gusta ir a mi aire, especialmente en mi tiempo libre y con aire del nordeste. Quizá soy un egoísta. Además, ellos no me pagan el telefonito ni sus cuotas, me exigen que pague por algo que no quiero: mi permanente localización.
-Lo desconectas y ya está.
Sí, sí, seguro... Después viene el capítulo de excusas
"........................................................". [Rellena la línea de puntos con la excusa capital y el río que la cruza por la cual desconectaste el aparatito; por ejemplo el fin de semana]). Las mentirijillas con las que uno rellena las desconexiones, llamémoslas ficciones creativas (que suena más literario y encantador). Sí, estar desconectado ya no cuela como pecado venial.
Hay gente que se concede el privilegio de decirte cómo tienes que llevar el pelo, cómo tienes que vestir, qué tienes que comer o beber, a qué hora te debes levantar de la cama… (Ojo, y no es tu madre; ni tu suegra; ni tu personal tráiner). Estoy seguro de que casi todos los que insistís para que me compre un móvil/celular lo hacéis por mi bien. Por mi Bien. Y os ruego que me dejéis así, en este limbo de manías, testarrudeces, desconexiones.
Pero no: “¿Y qué haces por la noche, si una mujer te pide el teléfono?”. Golpe bajo (o proyección de angustias personales). ¿Entiendo que el amor fue imposible hasta hace seis o siete años, cuando nadie tenía estos telefonitos? Claro, de día podría hacer señales de humo o tocar el tam-tam.
P.D.: Si notáis algún bulto parecido a un telefonito en uno de mis bolsillos, pensad en una navaja, mi Kyoto II. Muy afilada, por cierto.
P.D.2: Forges es un grande.