La gente protesta: "Montevideo es una ciudad sucia". Al montevideano le gusta protestar y no hacer nada, o que hagan otros. Pero nadie señala las responsabilidades y las hace cumplir. Cuando hay que cumplir, llega la negociación, el arreglo con palabras que no respaldarán los hechos: "Dale, no seas malo...".
Mi conclusión fue que a los montevideanos les gustaba, les gusta tener una ciudad sucia. Es parte de su
charme, de su estilo de vida: convivir con la cochambre. Así que me adapté pronto a tener un ojito atento al suelo, porque en cuanto te descuidas, ¡zas!, un tobillo dislocado o una promesa de buena suerte gracias a un perro o a un caballo. Las veredas (aceras) están llenas de mierdas que los perros reponen con eficacia diaria (sin huelgas, sin paros sorpresivos), con basura desperdigada, rotas, levantadas con tenacidad vegetal por esos árboles (orgullo de la ciudad) que cuentan con el tiempo a favor concedido por los montevideanos. Sí, en Montevideo los árboles son más rápidos que los reparadores de veredas. "Dale, no seas malo...".
¡Ah! La reparación de la vereda es responsabilidad del vecino propietario que da a esa parte de la vereda. El resultado de esto (mientras todos protestan y no hacen nada) es un urbanismo del parche precario.
Se me hará raro caminar sin ese ojito atento, sin la opción cotidiana de mejorar mi suerte.
P.D.: Las imágenes son de un barrio de clase media alta, en un cruce de dos calles importantes: Benito Blanco y 21 de Septiembre. La foto veraniega corresponde al 18 de marzo de 2007; la invernal, al 28 de junio de 2008. En 2009, el arbolito habrá crecido, la renovada caca de perro estará un poco más allá o más acá y las baldosas seguirán rotas.