
Siempre me han gustado algunos adjetivos elementales: bueno, feo, malo, tonto... Los usan con precisión los niños, y yo los imito (“eres fea”). Cuando leí por primera vez a Askildsen, pensé en el seudónimo de Carlos II, un rey navarro. Desde entonces, para mí, es Askildsen El Malo.
Mirad, mirad su foto (pescada aquí) con esas arrugas que parecen cortadas abiertas con hielo.
Ahora, la sociedad editorial de Lengua de Trapo y Debolsillo, con una de esas ediciones compactas (baratas), reúne en Todo como antes tres libros de cuentos:
Últimas notas de Thomas F. para la humanidad,
Un vasto y desierto paisaje
y Los perros de Tesalónica.
Que no despiste la lectura de Últimas notas de Thomas…, por momentos simpática. Askildsen El Malo es el autor del realismo más alejado del amor (uno de los ejemplos más devastadores es el cuento “Un vasto y desierto paisaje”).
Saborcillo existencialista, racionalismo consecuente, incomunicación… Sí, incomunicación y buenas dosis de soledad, egoísmo y alcohol. Lo suficiente para citar a Carver y sus mariachis (con perdón). Pero Askildsen no es Sucio ni estadounidense. Es noruego, nació en 1929 (antes que los autores del Realismo Sucio) y, sobre todo, supera el yo-me-mí-conmigo que explora la herida propia, la pus de la narrativa estadounidense contemporánea. Él mira (mucho) más hacia fuera.
Ahora, Lengua de Trapo publica Desde ahora te acompañaré a casa. Si alguien quiere empezar a leer la colección de cuentos por el final, “El significado" y “Todo como antes” darán la medida exacta de los poderes de Askildsen. Yo he anotado estas líneas de “Final del verano”, en la pág. 51: “entonces comprendí perfectamente el sentido de aquellas palabras que mi padre había escrito, creo que con tinta, en el estuche de los prismáticos: “Para el que es limpio, todo es limpio, excepto unos prismáticos”.
Askildsen siempre encuentra una fisura, el punto débil, el error… Sí, Askildsen es El Malo, el explorador de las situaciones de desamor. Ahí esta el agujero negro.