
Lo primero es el título de vocales abiertas. Podía haber sido, por ejemplo, Angara (capital de Turguía), pero no, ese
Avatar agudo y terminado en erre es casi inolvidable. Después está la facilidad con la que se acepta la historia mirada con gafas: el espectáculo visual del 3D ayuda a esa suspensión de la realidad, a que todo resulte verosímil, al menos en la primera mitad de la película. Se disfruta el descubrimiento de Pandora, un nuevo mundo con “otras” reglas y una naturaleza híbrida de selva amazónica, sueño de paleontólogo y arrecife de coral sin agua. Los avatares en cuestión son azules, grandes, delgados y fibrosos. Las “hembras” tienen los pechos pequeños. No existe obesidad ni flaccidez entre ellos, no necesitan depilarse. Su rostro es un equilibrio de persona y pantera y tienen una trenza compatible con la naturaleza/Red que ríanse de las conexiones USB y las ofertas de la telefonía móvil (ésta conexión, este paralelismo de la tecnología con el viejo concepto de integración en el ecosistema me parece de lo mejor del guión).
La sorpresa (que no susto) del descubrimiento de Pandora funciona muy bien, pero la segunda mitad de la película es una historia tan vulgar como entretenida. Y 162 minutos después de ver y casi tocar tanto avatar, todos queremos ser un poco más… azules (no sé si ecólogos o ecologistas). O sea: altos, flacos, fibrosos, conectados con la naturaleza, saltimbanquis tarzanescos, jinetes de pterodáctilos de colorines…
El espectáculo merece la pena, y no sorprende el éxito de taquilla.
Por favor, deja de leer en esta línea si aún no has visto la película.
No voy a contar el argumento de la película, porque los medios de comunicación ya nos han bombardeado con esa información. Pero insisto: deja de leer si aún no has visto la película.
Para mí,
Avatar se alarga porque no hay grandes sorpresas en la línea argumental desde que descubrimos cómo funciona Pandora y se ve al héroe integrado. A partir de ahí, más de uno jugará a ver otras películas en esta película. (Yo, por ejemplo, vi algo de
La Guerra de las Galaxias, de
Platoon, de
Un hombre llamado Caballo… y hasta del
Tarzán en el que cantaba
Phil Collins). Además, el guión se regodea en algunas suertes. Por ejemplo, el momento de la crisis en la batalla final. Estamos acostumbrados a ver cómo el héroe parece perdido y entonces (¡zaca!) resurge para ganar. Aquí el momento crítico está repartido solidariamente: pierde al jefe de la tribu, pierde a la piloto de helicóptero que los apoya, está a punto de perder a su enamorada. En todos los frentes de la batalla están a punto de darle matarile. Pero el rizo del rizo está por llegar: él desdoblado en la lucha contra el malo maloso. Doble angustia: en el cuerpo del avatar pelea en desventaja contra el monstruo mecánico; en el suelo, en el cuerpo humano inválido asfixiándose con la máscara de aire en la yema de los dedos. ¡Cuánta agonía! ¡
Retanta agonía!
(De nuevo se imponen los mundos posibles, como en los anuncios de colonia de Hugo Boss). Decía un amigo tras la película, al pie de una cerveza con doble fermentación, que por primera vez hemos visto y celebrado una victoria de los alienígenas contra los humanos. ¿Han bastado unos cuerpos atractivos, una naturaleza de ensueño, el egoísmo bruto con que son representados la mayor parte de los humanos? Supongo que no, y ése me parece otro triunfo de la película: que nos pongamos en el papel de los azules avatares.
Dice la prensa, además, que se han guardado escenas entre avatares para que la película fuera apta para todos los públicos. Y esas escenas quedan para la versión juego de la película. Este
Avatar no ha hecho más que empezar, nos deparará otros avatares.
P.D.: La imagen está tomada de
aquí.