martes, septiembre 28, 2010

Prosópitos otoñales

No llegan a ni a propósitos. Como en el otoño boreal quien más quien menos se compra un cuaderno nuevo, se apunta en alguna academia para saludar a los compañeros de la clase en un idioma extranjero, o va dos veces al gimnasio antes de aceptar la blandura de sus carnes..., yo he decidido emprender cuatro prosópitos otoñales.
1. Aprender una buena parte de una canción en inglés. He escogido una que sonó tres veces ayer en la radio durante el viaje de una hora en autobús desde Pamplona a San Sebastián. Sospecho que se titula Alejandro, es de Lady Gaga y la parte que he aprendido dice así: "Ale Alejandro".
Intentaré no olvidarla. Por cierto, el vídeo me recuerda demasiado a la estética de los malos de Hellboy.
2. Me he propuesto recolectar este año Lepista luscina. En otoño, año tras año, incorporo alguna especie de seta ya conocida a las cocinillas habituales.
3. Contendré los juicios extremistas que hago de algunas lecturas. Ejemplo: "Esta novela es una mierda". Vuelvo a ejemplificar: acabo de leer Carta a D. Historia de un amor, de André Gorz. Y, como estoy dentro de los márgenes otoñales del prosópito, ya no diré a nadie que este texto me parece un ejemplo de egoísmo disfrazado de reconocimiento. Manejo la edición de Paidós de 2009, la original es de 2006. En la contraportada del libro aparece la cita que coincide con las primeras líneas del libro:
"Acabas de cumplir ochenta y dos años. Has encogido seis centímetros, sólo pesas cuarenta y cinco kilos y sigues siendo bella, elegante y deseable. Hace cincuenta y ocho años que vivinmos juntos y te amo más que nunca. Te escribo para comprender lo que he vivido, lo que hemos vivido juntos".
Bien, por más que se corrija con el plural "hemos vivido juntos", en el fondo y en la mayor parte de las superficie de las páginas que siguen, encuentro a una especie de egoísta irredento, alguien que quiere saldar una deuda y redimensionar la maravillosa imagen de su mujer, pero no lo termina de conseguir porque su ego pesa demasiado. (Ese "deseable" de la cita ya me marcaba el yo enorme).
4. Me afeitaré la barba y luciré con hombría las marcas alámbricas de la ardillita, perdón, del jabalí.

1 comentario:

Sergio dijo...

¿Otoñales? Venga, hombre, que no somos tan mayores.