La nube en los alerces. |
Y precisamente ese domingo, Lourdes, Pilar, Patxi y yo desayunamos en Aguirre (Irún), y después Pilar, Lourdes y yo nos acercamos a la sidrería Ola, donde dejamos el coche, y nos encaminamos por la senda hacia Peñas de Aya. La ascensión tiene el descanso del llaneo por un tramo con túneles de un antiguo ferocarril, deja a un lado el salto de agua de Irusta o Atxulondo, después rampa de nuevo desde las minas de Meazuri hasta el punto más alto de la carretera GI 3454, al lado del nevero/elurzulo y del párking de la subida norte y normal a Peñas de Aya.
Allí la nube era aún más espesa y, como en Forest Gump, llovía sin obediencia a la ley (de la gravedad). Las nubes eran tan densas que nos mojábamos despacio hasta con paraguas. Nos replanteamos la jornada montañera. Sentimos el impulso justo de una cima y decidimos conquistar una cima menor. Subimos a Muganix (758), desechamos como refugio para almorzar la cueva con la Virgen de Luján porque el suelo estaba húmedo y las cagarrutas (ovinas/caprinas) muy bien esparcidas. Volvimos sobre nuestros pasos y bajamos al búnker, a mitad de camino antes de pisar de nuevo asfalto. Allí almorzamos, sobre un manto de hojas, en el pasillo del búnker.
Cuando regresamos a Ola, cuando apenas faltaban cinco minutos para llegar al coche, comenzó a llover con fuerza y, esta vez sí, cumpliendo con la ley (de la gravedad).
P.D.: ¿Había seteros?, sí; ¿había hongos?, también.
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