El 2 de agosto hubo una romería improvisada a Arriel. No exagero si digo que ascendimos el pico más de 50 personas. Patxi y yo habíamos dormido en el refugio de la Casa de Piedra y partimos a las 8,10 de La Sarra, en el primer turno, como quien dice. Íbamos ocho montañeros, de dos en dos, manteniendo las referencias, calculando los ritmos y respetando las distancias de los otros. En cada parada, había un relevo, un "hasta luego" que se vería repetido.
Era el día perfecto para subir el Arriel, y muchos lo sabían. Cercanos al collado de Soba, nos encontramos con el grueso (no me refiero al montañero gordo) de la romería. Lo que en las ciudades se llama "ambiente" por no decir mucha gente. ¿Procedentes del trencito de Artouste, o del refugio de Arremoulit? Pasamos del "hasta luego" al bonjour, bonjour (me pareció ver a Astérix); en cualquier caso, todos compartíamos aquello del destino manifiesto. Ante nosotros se alzaba la pirámide de Arriel. No es de extrañar que reúna a tantos montañeros un domingo de verano soleado: las vistas son espectaculares (Lurien, Palas, Balaitús..., los ibones), la subida aérea tiene su puntito de emoción y los más imaginativos pueden encontrar hasta un pasito de Mahoma casi en la cumbre (una imitación a escala del del Aneto). La cima no defrauda.
Nosotros postergamos el destino cuanto pudimos. Y tampoco en eso fuimos originales. En la previa de enfrentar la trepada final, en el collado entre el Petit Arriel y el Arriel, los grupitos repostaban.
En el tramo final, formamos un grupo ascendente con la pareja Loli y Jesús, y llegamos a la cima. Unos apoyando una mano, otros dos; todos satisfechos.
Pensábamos bajar a La Sarra por el paso de Orteig, Arremoulit y arrieles; pero también pensamos en el viaje de vuelta con el Forfi y volvimos sobre nuestros pasos.
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