Yo tenía 11 años y el dinero suficiente en el bolsillo como para comprar un pastel de merengue entre pisos de hojaldre, aquello que llamábamos un "rascacielos de merengue". Lo que no tenía era las llaves de casa, me las había olvidado (otro día hablaré de mis olvidos y cómo "regalé" paraguas durante años). Por eso me senté en un banco de la calle cercano al portal de mi casa y ataqué el rascacielos con el método digital.
Un viejo se sentó a mi lado y observó complacido cómo devoraba mi pastel.
-¡Qué suerte tienes!
(En realidad, tenía una madre que me había dado unas monedas para algún caprichito como ése. O sea, en todo caso, tenía suerte de hijo).
-...
-Porque hay muchos que no pueden darse ese lujo.
-No es tanto lujo...
(Y sí lo era, pero no por el dinero, sino por la felicidad que experimentaba -y experimento-. Todos no disfrutan de ese don, de esa capacidad de satisfacción merengosa).
-Porque en la Guerra...
Ahí empezó con las mentiras, aunque quizá él se las creía. Yo me chupaba el dedo -de merengue- y sabía que la gente que apelaba a la guerra civil española quería vender alguna morcilla ideológica. Eso lo aprendí con los silencios de mi abuelo, que sí hizo la guerra: a él había que sacarle las historias con sacacorchos.
También sabía que en Europa del Este eran más pobres, y que los gobiernos decidían qué era lo mejor para que los ciudadanos lograran el sueño (pesadilla) de una sociedad comunista.
Así que aquel era un impostor, un bocazas. Un anciano pesado con ganas de sembrar moralejas.
-Porque yo peleé para que te pudieras comer ese pastel...
-¡No, mis padres trabajan para que yo pueda comerme este pastel! -me molesté.
(Entonces yo tenía un elevado sentido de la justicia, y cierto afán por la precisión de las palabras).
Pero ya no escuchaba: él combatió en el lado de la República y hablaba muy rápido. Él conoció las prisiones de Franco... Sus ojos turbios estaban en otra parte, lejos del pastel, y habían mirado la URSS. Ya me cantaba las maravillas del comunismo: carreteras de ocho carriles, limpieza, orden, los mejores hospitales, los mejores atletas...
-¿Pero no cambian abrigos de piel por pantalones vaqueros?
Me lo había contado un tío segundo o tercero, que trabajaba en una compañía aérea y trapicheaba con los vaqueros.
(Mi tío -II o III-: cuando se inundó el mercado de los vaqueros, se pasó a la ropa interior femenina; y cuando la URSS se sublimó -paso de sólido a gas-, al mercadeo con tampones).
-En Rusia también podrías comer un pastel así... -me tentó.
-¿Sí? ¿Y usted por qué no se quedó allí?
-¡Ay...! -sonrió medio herido, como si la suficiencia fuera su única opción-, ¡cómo os lavan el coco con la propaganda capitalista!
"Lavan el coco": eso fue definitivo. ¡Un viejo haciéndose el modernillo! "Os": y que se dirigiera a mí como a un grupo (rebaño). No había propaganda alguna de los rascacielos que me gustaban a mí. Y sí del comunismo: camisetas, banderitas, mítines, carteles...
-Todopropagandacapitalista... -repetía como un mantra ante la realidad de un niño que comía un merengue.
Ahora es momento de releer las primeras líneas de esta entrada. ¿Alguien imagina una situación semejante en la URSS de los 80?: un niño que pierde paraguas se compra un pastel de merengue en medio de una generosa oferta de pastelería, como no encuentra las llaves de "su" casa se sienta en un banco, y un viejo capitalista que volvió del gulaj le coloca su perorata acerca de las bondades del sistema en EEUU.
15 comentarios:
Plas, plas, plas.
En un cuentito-ensayo sobre la revolución, también Atxaga dice que el mundo comunista no funcionó porque la gente quería pantalones vaqueros. Que para las utopías las personas son como en los dibujos de los niños: esquemáticas. Pero que en la realidad prefieren pantalones vaqueros (o merengues) en vez de cifras de producción y planes quinquenales.
El post que más me gustó de todo Eresfea. No sé hasta que punto hay verdades y hasta que punto lujos literarios. De todos modos fue genial.
"Entonces yo tenía un elevado sentido de la justicia, y cierto afán por la precisión de las palabras". Por lo visto no has cambiado mucho.
El viejo comunista lo que se quería zampar, el solito, era tu propiedad privada.
¡Muy bueno! ¿Sabes qué? Nunca probé hojaldre de merengue, pero si es la mitad de rico que el de dulce de leche, será una delicia. ¿Los venden en Montevideo?
Coincido 100% con el preso crático, la mejor entrada de todo este blog. Sigue así, Eresfea, sige así.
"¿Y usted por qué no se quedó allí?" Precisamos 124.265 Eresfeas (de 11 o más años) para que prediquen por las calles montevideanas (y de Canelones), recorran las plazas, visiten los bares y hablen con todos los amigos que alaban el régimen castrista.
Excelente, pero una cosa: aún no puedo imaginarme a ese viejo, no sé porqué le veo un tinte a Churchill mezclado con Mujica...
Me encantó la entrada, sobre todo porque mientras la leía se me hacía agua la boca! Aunque tengo una duda, la torta merengada es lo mismo que el postre rojel o alfajor (ese que tiene capas de hojaldre y dulce de leche en el medio y merengue quemado encima)? Ya me estoy babeando...En cuanto al viejo, yo me llevaría muy mal con él. A mí no me importa gastar 60 pesos en una porción hiper delgada de esta exquisitez, como la que venden en Mc Donald`s
Yo soy de las que “regala” paraguas. Me quedo con ganas de probar un "rascacielos de merengue".
Beso.
Estaba rico tu "rascacielo de merengue"? seguro que ese en particular fue más gustoso que otros. Viva el capitalismo! (de otra forma no tendría mucho sentido la publicidad).
Salú!
La publicidad trabajaba a toda máquina en la URSS, Publifreak.
No te contaré nada nuevo, deberíamos formar una ONG lluviosa: Donantes Universales De Paraguas (DUDP).
Cierto aire al "rojel", lapelusa; pero el hojaldre es muuuucho más fino; y la capa de merengue, más gruesa.
Merelo, quería evitar el perfil físico del viejo... Pero era flaco, y me fijé en cómo vestía: pantalón gris, camisa de vestir con un dibujito a cuadros y boina.
Mitacuauy, no he visto los "rascacielos" en Montevideo. Lástima.
No hay lujos, Preso. Así fue. Recuerdo vívido de la infancia. Pastelería Cristina, banco cercano al número 9 de la Avenida de Madrid.
Ander, cuando pienso en tipos que venden morcillas, me imagino al pobre Atxaga, a quien tantas veces piden explicaciones nacionalistas.
Esto te interesa tanto como el merengue o más:
Ultzama cobrará por recoger setas y hongos a partir de otoño.
Los foráneos abonarán 5 euros para recoger setas y 10 para el onddo beltza. Se prohibirá la recogida de más de diez kilos por persona y día. La excusa: que se les llenó el valle de vehículos. Coño, pues que prohiban el acceso en vehículo, pero no, es más fácil cobrar... Yo cobraría por el famoso principío de reciprocidad del Derecho Internacional, a todos ellos por venir a San Sebastián en sus coches (que aquí también se nos llenan las carreteras).
prueben el merengue con un toque de jalea de membrillo. RESUCITO EL BLOG DEL DULCE DE MEMBRILLO.
Así que de aquí viene la regla de no compartir el postre. Malditos comunistas.
Nunca he comido merengue. ¡Qué vida más triste!
La formamos, yo encantada. No probaste mi hojaldre, un día de estos voy a hacer el postre, si sobra, te convido.
Hipolipo, eres la primera persona que conozco que no probó el merengue, no sabes lo que te pierdes.
Besos.
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