Metaperegrinación.Desde Villadangos del Páramo, cerca de León, el 1 de febrero caminé 26 km hasta Astorga. Dejó de nevar en San Justo de la Vega, cuando faltaban poco más de 3 km para la meta de la jornada, Astorga. En el tramo de la línea marrón, donde el Camino discurría junto a la carretera, muchos coches saludaban con bocinazos. Ahí me entró cierta responsabilidad… ¡Ostrás! Dejaba de ser yo solo,
yomismoconmimecanismo, me convertía en el peregrino de otros.
Temas de reportajeDesde la Laguna a Cebreiro, la nieve no me dejaba ver bien, pero tampoco había mucho que ver, no había senda. Así que hice una ascensión libre, orientado por la memoria de otras subidas en esta montaña. El 4 de febrero, en el bar de Cebreiro comí pan gallego y tomé café con leche, mientras la familia que atiende el bar terminaba de comer y veía la 2, un documental de la fauna africana.
En ese momento, no sabíamos que éramos noticia.
Al día siguiente éramos reportaje.
Y leímos en el
Progreso de Lugo que un peregrino malagueño había recurrido a la Guardia Civil unos kilómetros más adelante ante el temporal (miedo escénico, que diría
Valdano). Esa noche de temporal dormimos cuatro peregrinos en el cálido albergue de peregrinos de Cebreiro. El 5 de enero, por la mañana, fui el último peregrino en pasar por el alto del Poio, 8 km más allá de ese desayuno con pan gallego que me retuvo en el bar de Cebreiro. Los periodistas de
La Voz de Galicia seguían detrás de la noticia: secuelas del temporal, tono de reportaje.
Fotografiaron y preguntaron al peregrino de Vitigudino (Salamanca).
Preguntaban a la señora del bar, le hicieron fotografías… Cuando pedía mi café con leche y magdalena miré de refilón las notas del periodista
Rubén, le hice un comentario al fotógrafo ("¡jo, qué máquina!"). Me senté. En el bar, estábamos la señora, la moza que ayuda en el bar, los dos periodistas y yo.
La señora contó muchas cosas y me agradó el tono amable, casi entrañable, de preguntar y de hablar del periodista
Rubén. En un momento, la señora dijo que preparaba bocadillos de queso y miel para los peregrinos.
-¡Queso y miel! –exclamé, no me pude contener.
Al día siguiente, cuando leí
La Voz, no encontré los bocadillos. Pero me alegró ver la fotografía con el peregrino de Santa Bárbara (California).
Pensé que yo hubiera “interceptado” a los cuatro (en este caso cinco) peregrinos del día. Bastaba apostarse a una hora adecuada en el bar del alto del Poio, sin madrugar, como les gusta a los periodistas, mirar por la ventana e ir esperándolos. Luego pensé que ese reportaje ya estaría escrito muchas veces, como el del temporal de nieve.