martes, febrero 01, 2022

Palabruta

Nunca se ha escrito tanto como hoy, 1 de febrero de 2022, porque nunca ha habido tanta gente, tantos alfabetizados y tantos teclados o pantallas táctiles. Y sé que mañana podré decir: "Nunca se ha escrito tanto como hoy, 2 de febrero de 2022; porque...

Desde que tantos dedos se pusieron en marcha, ocurrió un cambio radical (ya sucedió) en la escritura: la mayor parte de la palabra escrita se ha equiparado a la palabra hablada. La gente pulsa (si eso es escribir) para quitarse problemas de encima. María Zambrano lo explicó en Por qué se escribe:

Habiendo un hablar, ¿por qué el escribir? Pero lo inmediato, lo que brota de nuestra espontaneidad, es algo de lo que íntegramente no nos hacemos responsables, porque no brota de la totalidad íntegra de nuestra persona; es una reacción siempre urgente, apremiante. Hablamos porque algo nos apremia y el apremio llega de fuera, de una trampa en que las circunstancias pretenden cazarnos, y la palabra nos libra de ella. Por la palabra nos hacemos libres, libres del momento, de la circunstancia apremiante e instantánea. Pero la palabra no nos recoge, ni por tanto, nos crea y, por el contrario, el mucho uso de ella produce siempre una disgregación; vencemos por la palabra al momento y luego somos vencidos por él, por la sucesión de ellos que van llevándose nuestro ataque sin dejarnos responder. Es una continua victoria que al fin se transmuta en derrota.

Y de esta derrota, derrota íntima, humana, no de un hombre particular, sino del ser humano, nace la exigencia del escribir. Se escribe para reconquistar la derrota sufrida siempre que hemos hablado largamente.

Y la victoria sólo puede darse allí donde ha sido sufrida la derrota, o sea, en las mismas palabras.

Un poco más adelante, Zambrano detalla:

Hay en el escribir siempre un retener las palabras, como en el hablar hay un soltarlas, un desprenderse de ellas, que puede ser un ir desprendiéndose ellas de nosotros. Al escribir se retienen las palabras, se hacen propias, sujetas a ritmo, selladas por el dominio humano de quien así las maneja.

La palabruta es la palabra que no se retiene, la que se suelta sin reflexión. Antes estaba marcada por la imperfección propia de quien hablaba, aquella palabra sobre la que había que volver una y otra vez; ahora se extiende con la marea creciente de la escritura hablada.

Muchos escritores han reflexionado en torno al porqué de la escritura, y casi todos han terminado explicando su porqué. Hoy, 1 de febrero, me quedo con Joan Didion, en las antípodas de la palabruta:

Escribo estrictamente para averiguar qué estoy pensando, qué veo y qué significa. Para averiguar  lo que quiero y lo que me da miedo.

P.D.: De la palabruta a la palabrupta solo hay una p, pero da miedo asomarse...

1 comentario:

Sergio dijo...

Una vez me hablaste de la reparación de la palabra escrita y, por ahora, no se me ha olvidado.