
Me cruzo con buena gente.
Por ejemplo, recibo el mensaje por correo electrónico de
Sergio, un compañero de colegio con quien no tuve relación, pero que ahora lee eresfea desde el principio, lo cual demuestra una fuerza de voluntad encomiable. Digna de Terminator. Además, escribe
la resolución al problema del elefante (2 de junio de 2007).
“Tenemos que tener en cuenta que nos están diciendo que no hay rozamiento, así que se cumple la ley de conservación del movimiento. De esa forma, la energía potencial debida a la altura de la masa se convierte, toda ella, en energía potencial elástica del muelle.
Así pues, la energía potencial de la masa es igual a la masa por la aceleración de la gravedad por altura. Todo ello es igual, a su vez, a la mitad de la constante k del muelle, multiplicada por el cuadrado de la distancia que se comprime dicho muelle. Despejando la ecuación, resulta que el muelle se comprime 1,71 metros.
La respuesta a la segunda pregunta es fácil. Si despreciamos pérdidas energéticas en el muelle y seguimos hablando de ausencia de rozamiento, la energía sigue conservándose, con lo que la masa vuelve a su posición inicial.
El alumno en cuestión era más sabio de lo que su profesor ha sabido reconocer, pues de lo que se habla en este ejercicio es de una máquina de movimiento perpetuo. Algo totalmente imposible, de manera que el alumno, no respondiendo a la pregunta, no quiso dejar en evidencia a su maestro y, en última instancia, rechazó responder correctamente.”
Sergio tiene un
blog que certifica su bonhomía.
P.D.: El viernes y 30 de mayo cumplió años
Lucía Moreira (22). Ella cocinó limon pay, o sea un alarde de crema de limón y merengue. Cocinó de madrugada para llevar la torta (tarta) al mediodía a la cantina de la Universidad. Comimos queso gruyère, nueces y limon pay; bebimos una botella de sidra de Setién (que me reserva
Imanol).
Sergio se tomó un tiempo para escribir;
Lucía, para cocinar;
Imanol, para reservarme la sidra en mi ausencia guipuzcoana.
P.D.2: Sé que el tiempo regalado a los demás revierte en la persona que lo regala.