Faja Escuzana. (Ventajas de la cámara con autodisparador). |
Algunas listas son en sí mismas una buena historia para quien hace memoria y escribe, pero más complicadas para quien no estuvo ahí. ¿Cómo conseguir que sean eficaces? Recuerdo ahora los logros de la lista perruna convertida en cuento en Clasificación según razas, de Alberto Escudero; o las listas de Beigbeder en Una novela francesa; o la lista de Hombres con los que no me he casado, de Dorothy Parker... Y de Vietnam a la montaña: las cosas que llevaban en el petate los soldados de Las cosas que llevaban los hombres que lucharon, de Tim O'Brian. Muchos montañeros cederán a la tentación de contar todas las cosas que se llevan en la mochila y vincularlas a determinadas situaciones (la perfección montañera, en este caso, consiste en usar todos y cada uno de los elementos cargados en la mochila)... Esto, por cierto, ya lo resolvió de modo magistral Dovlátov sin montañas ni mochila en La maleta.
¿Y las tentaciones de la toponimia? Eso de citar lugares por donde se pasó, como si enumerarlos todos rápidamente pudiera animar las imágenes y dar vida a la película. Siempre he creído que, por ejemplo, en Pirineos sólo tres o cuatro lugares permiten el abuso del nombre. El mejor es Espelunga.
-¿A dónde dices que has subido?
-Al Espelunga -tono contenido, como si escaseara el oxígeno.
(¡Himaláyico!, como poco).
Y al mismo tiempo, entre tanta tentación enumerativa, está la tentación del silencio, del "condensado", de la elipsis narrativa.
Colmenilla (Morchella elata). |
Subí Mondarruego, releí sobre el mapa las altitudes que correspondían a los tres collados que aún tuve que ascender en la "navegación" libre y solitaria en un día despejado por las calizas y nieves del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Pasé por lugares con toponimia digna de abracadabras o mitos: Torre de Lassus o Pilón de la Catuarta, Planas de Narciso, collado de Millaris... Hasta Góriz me llenaba la cabeza de listas y añadía el aliciente de hacer propias en el gepeese mental las verdaderas distancias y hasta las texturas de las rocas o los veneros de agua. Caminé once horas el 4 de julio.
El refugio de Góriz estaba completo. Un grupo de montañeros franceses había subido a varios paralíticos cerebrales en una especie de rickshaw, carritos de tracción humana, con personalidad montañera. Era más que emocionante ver la alegría y las bromas que se traían. Una puesta de sol perfecta. Mis listas se vinieron abajo.
Cené en el refugio de Góriz, dormí en tienda de campaña.
2 comentarios:
Oh, las listas. Nosotros tenemos nuestra "lista Hemingway". "Turistadas" que tenemos que hacer cuando llegamos a un lugar nuevo.
Pd: espero foto de esa mini tienda y, por cierto, supongo esterilla hinchable o noche espartana (si la foto es fidedigna).
Y no hice foto de la tienda, mira por dónde... Es la mini, ya te hablé de ella. Eficaz para vivaquear solo.
Esterilla hinchable, pero no de las playeras.
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