No sé si es por una tradición, por las películas estadounidenses (con esos granjeros que se levantan a trabajar a las cuatro o las cinco de la mañana) o por la conspiración de los fabricantes de despertadores... El caso es que hay gente que presume de madrugar y, por si fuera poco, presume con impertinencia de madrugar durante años, como si el mérito no fuera sólo madrugar sino la persistencia en el madrugón. Se han acomodado en el tópico, se han inspirado en los personajes equivocados o se someten al ídolo del reloj despertador; porque sobran tres preguntas para descubrir que el madrugador más vulgar:
a) se acuesta
antes;
b) duerme la siesta;
c) o tiene un problema de sueño.
Y entonces, ¿cuál es el mérito?
Pero siempre aparece alguien que encuentra en el madrugón o en la
acumulación de madrugones una especie de superioridad moral. Yo, en
estos casos, aún dudo:
¿este tipo es tonto o no ha dormido lo suficiente? Tanto madrugadores como trasnochadores resisten ante el sueño. ¿Y por qué resistir ante el sueño
es meritorio? Somos así, nos gusta la gente que resiste el hambre, la
sed, el frío, el calor, la respiración o el sueño... Los héroes son resistentes, pero,
insisto, ¿por qué resistir el sueño por la mañana es más meritorio que hacerlo
por la noche? Porque cualquiera, incluso un madrugador como yo, puede comprender que, en realidad, trasnochar tiene más mérito que madrugar. Si lo que se valora es la resistencia, parece más complicado resistirse al sueño por la noche, después de mucho tiempo de vigilia, que resistirse por la mañana, después de tantas horas de sueño.
P.D.: No por mucho atempranar amanece más madruga.
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